📍 Buñol (València), abril de 2025
Durante un tiempo —breve pero decisivo— Buñol fue más que un pueblo en el mapa para Miguel de Molina. Fue cobijo, fue respiro, fue humanidad en mitad del exilio interior que vivió tras la Guerra Civil. Hoy, 85 años después de aquel refugio silencioso, el Ayuntamiento quiere devolverle aquel afecto con un gesto oficial: nombrarlo Hijo Adoptivo de la localidad, a título póstumo.
La historia tras el gesto
La propuesta ha sido impulsada por el actual gobierno municipal de PP y XBuñol, con el apoyo del historiador Pepe Abargues, que ha recuperado con rigor y emoción los lazos del artista con la localidad. La iniciativa será elevada al próximo pleno del Ayuntamiento, y se plantea como un acto de memoria y reparación histórica hacia uno de los grandes olvidados del franquismo.
“Es saldar una deuda con quien supo amar este pueblo en uno de los momentos más oscuros de su vida”, ha declarado la alcaldesa Virgínia Sanz.
Abril de 1940: el confinamiento que se transformó en hogar
Miguel de Molina llegó a Buñol en abril de 1940, forzado por la represión política y moral que lo condenó tras el conflicto bélico. Era un artista roto por dentro, silenciado por las autoridades, perseguido por su forma de vestir, de cantar y de amar. Pero en Buñol, según relató él mismo años después, encontró nobleza, respeto y una paz serena.
En sus memorias Botín de guerra, escritas desde Argentina, escribió con claridad:
“Buñol fue un lugar que se quedó fijo en mí”.
Durante aquel año —hasta enero de 1941— vivió, respiró y caminó por las calles del pueblo como un vecino más. Conoció a familias, hizo amistades sinceras y recuperó algo de sí mismo entre la gente sencilla que lo acogió sin preguntas.
Un regreso para despedirse
Aquel vínculo nunca se rompió. Desde el exilio, Miguel de Molina mantuvo correspondencia con amigos buñolenses durante décadas. Y en 1958, con la nostalgia latiendo fuerte, volvió a actuar en el Teatro Montecarlo de Buñol, en una noche que hoy muchos mayores aún recuerdan como un pequeño milagro.
Fue su despedida de España antes de su retirada definitiva a Buenos Aires, donde moriría en 1993 sin haber sido reconocido por su país en vida.
La memoria como justicia
El pasado diciembre, el Gobierno de España lo homenajeó en el acto estatal Memoria es Democracia, reconociendo su figura como una de las víctimas culturales del franquismo. Ahora, Buñol quiere aportar su gesto: no solo con honores, sino con dignidad.
Reconocerlo como Hijo Adoptivo es un símbolo de lo que fue y de lo que pudo haber sido, pero también una manera de decir, aunque tarde, que aquí fue feliz, y que aquí siempre tendrá un lugar.
Conclusión: un título para devolver el abrazo
Miguel de Molina no pidió nada. Solo encontró en Buñol lo que se le negó en tantos otros lugares: respeto, cariño y libertad callada. Ahora, casi un siglo después, Buñol se dispone a devolverle aquel abrazo con un título simbólico que vale tanto como una ovación.
Porque hay gestos que, aunque lleguen tarde, siguen llegando a tiempo.