Sobre los escribanos y su mala letra

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Sin duda, entre los antiguos oficiales concejiles con peor prensa se encontraban los escribanos, especialmente debido a la mala letra con que escribían y por sus honorarios. Una copla popular recogida en Requena por su cronista Fermín Pardo plasma esa mala fama:

“En el cielo hay una uva
que es para los escribanos
como no sube ninguno
no le falta ningún grano” .
AMRQ 11476 1538 escribanos mala letra minUno de los fenómenos paleográficos es la cursivización de la escritura. Cada vez se escribía más a la carrera y peor. De la equilibrada y redondeada escritura carolina se pasó a la angulosa y vistosa letra gótica hasta que en s. XV, a la par del fortalecimiento monárquico, aparezca la estética y caprichosa letra cortesana con sus formas envolventes, espirales, lazos, bucles, nexos y curvas. Pero ya en la mitad del siglo XV hará aparición hasta el siglo XVII la letra procesal caracterizada por su ejecución rapidísima, donde el escribano no levanta la pluma del pliego encadenando palabras cada vez con una letra de tamaño más grande.
Los Reyes Católicos promulgaron varias disposiciones contra la letra procesal frente a su preferida y protegida: la cortesana. Llegaron a ordenar que: “se pague á diez maravedís cada hoja de pliego entero escrito fielmente de buena letra cortesana y apretada e no procesada, de manera que las planas sean llenas no dejando grandes márgenes, e que en cada plana haya á lo menos treinta e cinco renglones e quinze partes en cada renglón…”.
El propio Cervantes criticó la letra procesal, pues cuando D. Quijote le entregó una carta a Sancho para dársela a Dulcinea, le mandó que fuera copiada por un maestro de escuela o por un sacristán, pero nunca por un escribano “que hacen letra procesada, que no la entenderá Satanás”.
El Concejo de Requena también mostró su preocupación por la mala escritura. En 1544, cuando el Concejo de Requena nombró como escribano a Juan Pasamante de Comas le ordenó y advirtió que escribiera con “buena letra” en un libro en blanco los privilegios de la villa.
En Requena, según las épocas, nos encontramos como oficiaban cuatro, seis y hasta siete escribanos. A estos escribanos hay que añadir la escribanía del puerto y aduana. Muchos nombres se repiten con los años y se crean dinastías familiares de escribanos. En la primera mitad del siglo XVI constatamos la larga vida profesional de escribanos como los Juan Picazo (el “Viejo” y el “Mozo”), Antonio Picazo, Juan Conejero, Pasamante de Comas, Rodrigo de Cuenca, Juan de Adobes, Miguel Montero, Juan Solano, Jerónimo de Cuevas, Alonso de Montoya, Alonso Polo, Luis Pérez, Martín Pérez Antequera, Lope Ruiz de Zapata y otros.
Anualmente se arrendaban las escribanías y el que remataba la postura debía procurar los escribanos que iban a trabajar ese año. El Concejo de Requena pedía que fueran “suficientes” y “hábiles” y en algún caso los rechazaba como le pasó a Juan García “el Mozo” en 1537. Debían jurar su cargo ante el Concejo que les otorgaba “poder cumplido”. En 1543 hasta 45.000 maravedíes se pagaron por el remate de la escribanía. Estos escribanos trabajaban para el concejo, pero también para los particulares en su función de notarios, donde extraían sustanciosos beneficios. En 1537, cuando se independizó Mira de Requena, se les devolvió a cada escribano requenense 1.000 maravedíes porque perdían la escribanía de la población recién segregada. Al año siguiente, el procurador síndico requenense denunció a Alonso de Montoya por ejercer a la vez como escribano y como letrado.
El escribano del Concejo también tenía la obligación de guardar las escrituras en un arca donde se debían reunir tres llaves para abrirla. En 1541 se le recordó al escribano que el libro lo dejara en el Ayuntamiento, pues era costumbre de los escribanos llevárselos a casa lo que ha producido pérdidas de documentación.
La mala fama de los escribanos alcanzaba a las aldeas requenenses. Cuando Villargordo entabló el expediente para su segregación (1747) se quejaba de los gastos que suponía cada vez que un escribano requenense iba por el pueblo a los negocios públicos o privados. En Venta del Moro en 1819 también se quejaron que desde que el escribano de Requena se trasladaba para realizar el reparto de las dehesas, los gastos se habían desorbitado y ya nadie quería arrendarlas.
El 31 de octubre de 1538, el rematador de la renta de la escribanía, Miguel García, señaló como escribanos a Alonso de Montoya y Alonso Polo. Sin embargo, en el documento del mes, datado en diciembre de 1538, estos mismos escribanos son señalados por el corregidor de Requena por sus malas prácticas que estaban causando importantes problemas en los procesos que se llevaban en la Audiencia. Así pues, se decide examinarlos en su suficiencia y habilidad.
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