VALENCIA, 19 ABRIL 2025 – Es uno de los gestos más simples en la cocina: romper un huevo y ver cómo baila en aceite caliente hasta formar un pequeño milagro dorado con borde crujiente y yema líquida. El huevo frito, protagonista silencioso de millones de platos en todo el mundo, guarda tras de sí una historia mucho más rica, antigua y curiosa de lo que imaginas.
Un origen sin inventor: cuando la necesidad fríe la imaginación
Nadie puede atribuirse la autoría del huevo frito. No hay patente, ni tratado fundacional. Se trata de una de esas recetas nacidas de la lógica universal de la cocina: si tienes un huevo y una fuente de calor con grasa… solo es cuestión de tiempo que lo frías.
Aunque no existe una fecha exacta de su invención, las primeras referencias aparecen en textos médicos y filosóficos de la Edad Media. Averroes, filósofo andalusí del siglo XII, ya mencionaba los beneficios de freír huevos en aceite de oliva de baja acidez, resaltando sus propiedades digestivas.
El huevo frito en el arte: Velázquez y la cocina popular del Siglo de Oro
Una de las primeras representaciones visuales del huevo frito se encuentra en el famoso cuadro “Vieja friendo huevos” del joven Diego Velázquez, pintado en 1618. En esta obra costumbrista, se puede observar con precisión la técnica de fritura en una sartén de barro sobre brasas, un testimonio gráfico de la práctica común de la época.
Este detalle confirma que ya en el Siglo de Oro español, el huevo frito era un alimento habitual en hogares humildes. Era barato, saciante, rápido de preparar y, sobre todo, delicioso.
¿Cómo se fríe un huevo en distintas culturas?
Aunque el método pueda parecer universal, cada cultura ha domesticado el huevo frito a su manera:
- España: aceite de oliva bien caliente, clara burbujeante, borde crujiente y yema líquida. A veces se acompaña de pan o se sirve sobre patatas. Aquí nació también el concepto del “huevo estrellado”.
- Reino Unido: se fríe en grasa de tocino o manteca. Es parte indispensable del desayuno inglés.
- Estados Unidos: huevos “sunny side up” (una cara), “over easy” (vuelta rápida) o “over hard” (totalmente cocido). Servido con hashbrowns, bacon o pancakes.
- Japón: en recetas como el tamago gohan, el huevo crudo o ligeramente cocinado se coloca sobre arroz caliente.
- Corea del Sur: el huevo frito se usa a menudo sobre arroces como el bibimbap, dejando que la yema se mezcle con los ingredientes picantes.
El huevo frito y la revolución del sabor
En términos culinarios, el huevo frito es un potenciador natural de sabor y textura. Su contraste entre la clara firme y la yema líquida lo convierte en el acompañamiento perfecto para arroces, carnes, verduras, legumbres e incluso platos dulces en algunas cocinas asiáticas.
No es casualidad que chefs como Ferran Adrià o Joan Roca hayan ensalzado este plato humilde en sus cartas, reinterpretándolo en formas vanguardistas, pero siempre respetando su esencia.
¿Un superalimento con mala fama?
Durante décadas, el huevo frito fue injustamente demonizado por su contenido en colesterol. Estudios más recientes han demostrado que el colesterol dietético no tiene un impacto directo tan relevante en la salud cardiovascular como se creía.
Hoy se reivindica su alto valor nutricional: proteínas completas, vitaminas A, D, E, B12, minerales como el hierro y el selenio, y colina, esencial para la memoria y el sistema nervioso. Frito con moderación y en aceites adecuados, el huevo frito vuelve a ocupar el lugar que le corresponde.
Curiosidades del huevo frito
- En Filipinas, se acompaña con arroz y plátano frito, en el clásico “silog”.
- El Récord Guinness del huevo frito más grande del mundo se logró usando más de 40.000 huevos en Turquía.
- En algunas regiones de México, el huevo frito se fríe directamente en salsa picante o se baña con chile y queso.
Una yema que ha conquistado el mundo
En un mundo donde la alta cocina y la comida rápida parecen polos opuestos, el huevo frito es el puente perfecto entre ambos. Desde el bar de barrio hasta el menú degustación de un restaurante con estrella Michelin, su presencia es global, atemporal y transversal.
Quizá, después de todo, el huevo frito no fue inventado por nadie. Fue simplemente descubierto por todos.