El valenciano, según José Zapater y Ujeda en 1859

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el valenciano José Zapater y Ugeda (1826 – 1899), escritor de Villena, escritor religioso , poeta y costumbrista de la época ,redactor de la Azucena en  1849 y abogado del ilustre colegio de Valencia, realizó en 1859 un retrato pictórico de los valencianos y gentes de la época y aunque parece estar redactado de forma carituresca, no deja de enseñar el reflejo del momento. “Los valencianos pintados por sí mismos”. Obra de interés y lujo escrita por varios distinguidos escritores. Valencia, 1859, imp de la Regeneración tipográfica de I. Boix ed. En 4, 400 págs con 55 láminas

“Ninguno de los naturales de las provincias de la que se conpone la Monarquía española , se presta a un estudio tan profundo y filosófico,  a nuestro  modo de ver como el  de la  provincia  de Valencia.

Ora se quiera mirar como causa de esta originalidad el clima de  que goza es lo cierto que el valenciano, en sus usos, en su caracter, en sus modos de ser, y hasta en su idioma habitual, difiere de un modo asaz sensible de los demás naturales de las otras provincias.

En efecto, el valenciano es preocupado y aun supersticioso en materias religiosas, hasta donde puede serlo cualquier otro provinciano y algo  mas; su jovialidad y placentero carácter ni participan de la severidad del navarro  y del aragonés,   ni llegan al estremo del andaluz y murciano ; su  trage ,   por mas que tenga  algunos  puntos de contacto con el, murciano y  alicantino, son tan pocos que,  casi nada tienen de común ;  su idioma habitual en nada se parece  al castellano  , ni al vascuense,  ni al andaluz ,  si bien existe  cierta  semejanza entre el catalán y él ;  su claro ingenio  le hace apto para cualquier empresa,    por arriesgada que parezca; su sobriedad es proverbial,  sin escluirlo de los goces de la gastronomía. siempre que la oportunidad  le brinda;  su piedad no tiene rival en el  globo, y su sufrimiento no tiene limites ni le acobarda,    porque   hierve en sus venas  la sangre  de los  conquistadores  que hicieron  morder la tierra  á los proscritos hijos de Agar.

No hay duda que la dominacion morisca imprimió  de tal modo en el valenciano  sus usos , costumbres , carácter    y modo de existir, que el trascurso de seis siglos no ha sido bastante  a  estinguirlos,  y probablemente  permanecerán sus huellas cuando hayan pasado otros· seis mas por la faz  de la tierra.

El valenciano vive ordinariamente en cabañas  (barraques) formadas  en su parte  superior   de un  sencillo  armazón  de  madera, cubierto de una capa de enea,  junco ó paja,  y la inferior de lodo  ó barro,  semejantes a las que constituyen los aduares  de los árabes en el desierto, si bien mas sólidas  que  aquellas ,  y   en las  que se nota una propiedad de la que está muy lejos el africano.  La cabaña del valenciano , llamada tambien casa de venganza por la  facilidad con que puede incendiarse,  aunque ocupa por lo regular   un reducido perímetro ,  a causa  de la necesidad que tiene de aprovechar el mayor  terreno   posible  para  el cultivo , goza de todo lo necesario para las necesidades de sus moradores. Los principales departamentos de una barraca,  son :   el estudi  ,  la andana   y  el estable. El estudí ,   ó  cuarto destinado para dormir  el padre  y la madre  ;  ocupa regularmente  una tercera  parle del perímetro,  y en él están la cama, el arca do la ropa  y los demás muebles de importancia.

Contiguo al estudi está el  estable ó  cuadra, y   en   uno de  los ángulos hay una escalera de madera, mas ó menos  segura,  que da subida  á la andana ó segundo piso, lugar destinado para  guardar las cosechas, y en donde suelen colocarse los cañizos para la cria de los gusanos de seda.

Fuera de la puerta,  y a uno de los lados de la barraca,  suele haber  otra de reducidas formas ,  casi en miniatura ,   que es la  que sirve de cocina,  y no lejos de esta se ve una tercera  mas inferior todavia,  en la que muchas veces habita la esperanza de la familia, o  sea el  cerdo. En algunos puntos suele haber una muy reducida y en forma de medio huevo que sirve de horno.

El vestido del valenciano. todavia reune mas reminiscencias   del trage  árabe , que  sus cabañas de las  tiendas del aduar.  Compónese el  trage de verano de unos  zaragüelles  ó calzoncillos  ( camalets) de lienzo crudo, atados por la cintura, cuyos camales, estremadamente  anchos,  no  pasan de las rodillas;  una camisa del mismo lienzo, un gorro encaramado (barrel) idéntico al barrete tunecino, puesto a la cabeza, o en sa defecto un pañuelo;  unas alborgas (espardeñes),  y un pañuelo en la cintura sosteniendo  una navaja mayor de edad, a la  que parece quiere desalojar la  cruz del rosario que pende de los hombros, sosteniendo un  escapularío con los santos Evangelios  y algunas medallitas  milagrosas, a  las que profesa una fe  a prueba de bomba sin dejar por eso de  tener  su  poquito de confianza en la consabida  navaja que juguetea con ellas. El  trage de invierno es diferente  ,  pero guardando  siempre la  misma analogia con el del árabe.  Un pantalón de una tela barata y sufrída,  casi tan ancho como  los camalets, un chaleco  sin solapas y  de escolada espalda, o mas bien con la espalda  de la misma tela que el  resto del chaleco, el gorro ó pañuelo, las alborgas ó alpargatas y la manta, son las piezas de que se compone  generalmente.

Por consiguiente no puede ser mas marcada la  analogía que existe entre el  trage del valenciano y el del árabe:   el  gorro es el que exactamente usan los naturales de la regencia de Túnez;  el pañuelo corresponde  al turbante , la  manta al alquicel,   y la navaja en la cintara  representa  al yatagan.  Si a esto so añade  un cutis tostado y a prueba  de sol y frio  , lluvia  y viento, todavía resalta mas aquella analogía.

Pero no paran aquí todos los  puntos  de afidad que tiene  el indigena de esta províncía con el de los desiertos del Africa. El valenciano de la huerta, que es el que pintamos,  montado sobre una cabalgadura es un reflejo del africano , con su aire guerrero,  su frente elevada,   su manta en forma de desplegado alquicel, y finalmente con todas las cualidades que.distinguen al ginete agareno de todos los  demás menos del que hablamos.  El  caballo de nuestro héroe, que en el dialecto del país se llama rosi,  no tiene, mas bridas , bocado  ni serreton  que un sencillo ramal dependiente de un cabezón no mas lujoso,   pues ordinariamente se compone de una cuerda de esparto, y  pocas veces  de correa ;  un  aparejo redondo sobre el que descansa un serón, es la silla de montar, y no tiene mas estribos para facilitar el ascenso que la cola del caballo rodeada al pie del íntrépído ginete,  Pero aforlunadamente· no necesita  de estos ausílios para montar ,  pues su  proverbial  ligereza  le pone a cubierto de los inconvenientes que lleva consigo  la  enojosa  obesidad. El famoso Arriaza en su Profecía del Pirineo, asegura

«Que con puñal en mano

Salta a la grupa el leve valenclano.»

En efecto ,  algunos ejemplos que la tradícíon ha conservado de la ligereza del valenciano pudiéramos aducir ,   pero baste saber, que durante la guerra  de la independencia española se repitió con alguna frecaencía el hecho de ir un hijo de San Luís a galope  sobre un caballo,  echar detrás al mísmo paso un  valenciano con navaja en mano, plantarse  de un salto a la grupa,  desalojar  al ginete y quedarse dueño absoluto de la cabalgadura, sin mas preámbulos ni discusiones. A esto es, pues, a lo que se refiere Arriaza en el  dístico que hemos copiado do su escelente oda.

La p¡edad del valenciano es verdaderamente  eiemplar:  como ya hemos dícho , el rosario  con  sus medallitas ,  escapulario   y  demás signos religiosos nunca se separan de su cuello; las puertas  del estudi ,  de la ventana ,  de la andana,   y la  parte   interior  de la  tapa del arca,  están llenas de estampitas pegadas con almidón,  obleas, ó a veces  con pan ;  y no existe  partido  o  comarca de la huerta con ermita que no tenga su especial  patrono,  al que se obsequia  en· su dia con una función  religiosa , que siempre va acompañada de músicas, fuegos artiliciales  compuestos de cuerda y  masclets (morteretes)  y de otras demostraciones piadosas,   y ordinariamente  estos obsequios suelen durar  tres dias,  y terminar  con una procesión.   Si un individuo  de la familia está enfermo,  si una cosecha corre algún peligro,  el santo patrono es el bálsamo consolador; al  momento acude a él la familia desconsolada  con una sencílléz digna del mayor creyente , oon una  pureza de corazón  y  con  una fe  salvadora  , y consigue la salud que se desea. Después de esto es muy  justo dar gracias al santo patrono con una mísa u otra demostración   religiosa ,  y colgar en su capilla las primicias de la cosecha  que se creyó perdida.  Rasgo digno de ser imitado y muy propio por cierto  de los que tienen la fe del inocente y justoAbel

Es un dogma entre ciertas gentes el  carácter  adusto  e íncivil del valenciano,  y aun no falta .quíen  fundado  en un  hecho aislado llegue hasta asegurar que un. frac ó levita es recibido en la huerta a palos   y a pedradas,  como   lo seria una pantera   en medio  de la plaza del Mercado. Semejante aserción  tiene mucho de gratuita y bien poco de fundada. El valenciano es jovial , caritativo,  hospitalario, servicial y afectuoso.  Es, cierto que sus maneras rudas y bruscas le hacen aparecer   las mas veces como no es en sí realmente; pero su género de vida,   el aislamiento  en que ordínaríamente vive ,  y mas que todo  , la total falta de instrucción   en la generalidad le hacen aparecer  muy diferente de como él es, y son el origen de ese carácter  ficticio con que se presenta  a los ojos de la generalidad . Además   ¿Qué  civilidad  o afección  se pide á un ser,   que a pesar,  de su penoso vivir y de los grandes  servicios  que presta  a la sociedad, suele verse escarnecido  en su propia morada? ¿ Cómo quiere  encontrar  afable y dulce al valenciano  el  que sale a  la huerta  y al ver a un labrador dedicado  a  su penosa  faena lo apellida páparo  ,  kabila  , abencerraje, y otras cosas por el estilo?’ Semejante conducta no es maravilla reciba en recompensa  de un ser privado de íustrucción,  una pedrada ,  un palo ó  una cualquier insinuación de este jaez.

Nosotros hemos recorrido  la huerta  por todos sus cuatro costados; hemos llegado a la humilde barraca del valenciano;  le hemos encontrado  jovial  y dispuesto  a  satisfacer  hasta nuestra  caprichosa curiosidad ;  nos   ha franqueado las puertas de su albergue;  nos ha ofrecido cuanto  tenia en él y podia sernos de alguna  utilidad,  y so ha prestado  muy complaciente a servirnos de cicerone,  resistiéndose luego  a     recibir  la espresión  de nuestra gratitud por los servicios que nos habia prestado.

Otra de las causas que influyen mucho,  a nuestro entender, en la  irascibilidad  que algunos observan  en el  valenciano  ,   es el trato que ,  aunque parcialmente,  se les suele dar intramuros.  El  valenciano,  como vendedor de sus verduras  en el Mercado,  ha de sostener luchas  enojosas con los  compradores  amigos  de regatear, despues de haber sufrido en las puertas  de la ciudad  el pellizco de los consumos ,   arbitrios municipales y otros pájaros que no  cantan muy a      su sabor; como femater,   ha de sufrir las sangrientas  pullas de algunos transeuntes que suelen  hacer un  paralelo  entre el rosi y el propietario,  y siempre ha de andar con ojo avizor y pies de plomo, temiendo alguna cogida de parte  de los alguaciles; como carretero ,  se oye apostrofar frecuentemente por esas calles y plazas con adjetivos  tan sabrosos  como los de animal , bruto y compañia ,  y finalmente  bajo cualquier  forma que se ofrezca a los ojos del ciudadano ,  siempre se ve deprimido  en su amor propio por entes que solo miran al pobre labriego desprovisto de oropeles y de instrución ,  y no divisan  en él al que les proporciona  las ricas verduras, las nutritívas legumbres ,  las sabrosas  frutas y otros innumerables artículos quo son el alma de la gastronomía,  el alimento diario, el origen  del placer  del gloton  , y el objeto que tantas golas de sudor hace derramar  al que las cultiva para recreo del consumidor.

Sin embargo , así como la rosa mas bella no  deja de tener  espinas,  así tambien  el valenciano, en medio de sus buenas  cualidades,   tiene sus lunares  ó defectos , como todo  ser  que  camina  hacia la perfectibilidad.  Apesar de su piedad sin límites,   de su caridad nunca  desmensurada ,  y de otras prendas  que le hacen recomendable y digno de estímación ,  nuestro  héroe es rencoroso  como  un indio, y nunca perdona la ofensa  que una vez  recibió. Si  en el  acto de inferírsele  un agravio no  tiene a mano el  medio a propósilo  para vengarse a su sabor , calla  y espera ,  devora  en silencio  su pesadumbre,  amasa  y revuelve en su calenturienta imaginacion los modos de conseguir  la reparacíon que  ansía,   sin aparentar enojo, antes  al contrario  , simulando un olvido que jamás  existió ,  llegada la ocasión  oportuna,  y que  a veces esperó meses  y  aun años ,  se lanza sobre  su presa  y se cobra con creces  y hasta con  lujoso  interés.

Pero  cuando  el valenciano  recibe   un servicio,   por  insignificante que sea,   tampoco  lo  olvida  jamás: pueden pasar años sin recompensarlo,  si su posición se lo impide  , mas  llegado  el caso de la recompensa,   sabe mostrarse generoso en la  gratitud,  y tanto como cruel estuvo en la venganza  , porque  es estremado en amar y en aborrecer, a    fuer de buen heredero  de las costumbres agarenas.

El  valenciano ,   como  ya  hemos  dicho ,  es  jovial  como pocos otros provincianos.  Si  en  medio  de las escenas mas serias de la vida,  como en una lucha o cualquier  otra,   oye el rechinante  gemido de la dulzaina ,  y el alborotador sonido del tabalet, instrumentos que pretenden traer  su origen de la dominacion  morisca,   y que se conocen con el distintivo  penullar de música del país,  inmediatamente depone su enojo,  disipa su furor,   arroja  las armas que el deseo  de la  venganza tal vez  puso en su mano,  y solo  respira júbilo y alegria.  Sin embargo , pasado  el primer  ímpetu  se acuerda de sus rencores , a fuer de débil humano ,  y no descansa hasta mirarse satisfecho.

A pesar  de esto el valenciano  es estimado  en  cualquier  parte por los grandes servicios que presta ,  ora como  labriego  , ora como industrial ,  ora bajo cualquier forma que se ofrezca a la consideración del observador.  Sus verduras y ensaladas gozan de una reputación envidiable,  tanto  en la península como fuera de ella; sus frutas tienen una fama europea  como la naranja, los melones,  el altramúz y otras ,  y finalmente  el  arroz valenciano ,  la famosa  horchata de chufa  ,  y las apreciadas anguilas y pájaros de la Albufera en todas partes son recibidos con satisfaccíon. El sistema  de riegos de esta huerta tambien  es digno de honorifica  mención  ,  siquiera haya merecido el privilegio de ser admirado por las naciones  europeas,  y no ha muchos años vino un alto  personaje  estrangero a esta ciudad con la exclusiva  misión  de estudiarlo; para servir de norma  en una de las naciones mas adelantadas en asuntos agrícolas é  industriales. .

Reasumiendo;  el  valenciano es , como  acabamos  de ver, uno de los provincianos que mas resaltan y sobresalen por entre los demás de la península, tanto por sus costumbres y género  de vida, como por las tradiciones  a que está ligado ,  y por las reminiscencias que lleva consigo, como  heredero mas inmediato de la indómita raza que por largo tiempo dominó el pais, y  que no lo abandonó sin dejar  señales, tal vez eternas  ,  de su paso por este pedazo del paraiso ,  como vemos ‘en su trage  , en  su carácter  impresionable , en  su religiosidad ,  en su modo de hablar, muy parecido á la algarabía de la morisma ,  en sus habitaciones,  y hasta en los nombres que llevan las  poblaciones  de la huerta ,como Beni-Maclet, Bení-Parrell ,  y otros  , que son absolutamente moriscos.

Tal es el valenciano,  aunque  pintado  á  grandes rasgos,   que existe  todavía y forma la dilatada población de las ricas orillas del Júcar y del Túria.”

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