En una aceituna: la epopeya industrial que convirtió a Serpis en un icono mundial
El invento más mediterráneo: meter una anchoa dentro de una aceituna
El arquitecto y diseñador Óscar Tusquets cuenta que solo a un pueblo tan ingenioso como el español se le ocurriría meter una anchoa dentro de una aceituna. Un gesto simple, surrealista y profundamente mediterráneo que ha viajado por el mundo gracias a la fábrica Serpis de Alcoi, pionera en industrializar un aperitivo que hoy forma parte de los hogares de medio planeta.
Alcoi presume de arquitectura modernista, de su fiesta de Moros y Cristianos y de una identidad cultural vibrante. Pero también ha logrado que su nombre aparezca en latas que llegan incluso a lugares tan remotos como la isla de Guam. La razón: un producto tan peculiar como influyente en la historia gastronómica de España.
Cándido Miró: el visionario que vio negocio donde otros no miraban
A comienzos del siglo XX, el empresario textil Cándido Miró atravesaba una ruina provocada por una crisis del sector. Pero lejos de rendirse, buscó una salida observando las barras de los bares alcoyanos: allí se servían aceitunas rellenas de forma artesanal. ¿Por qué no industrializar aquel aperitivo tan popular?
Ese fue el clic. Miró se propuso diseñar una máquina que deshuesara aceitunas y permitiera introducir el relleno de forma rápida y eficiente. Lo consiguió. Aquella primera máquina —que aún se exhibe en la factoría— marcó el “Big Bang” de Serpis.
Así funciona la máquina que revolucionó la aceituna rellena

- Las aceitunas con hueso entran en la máquina por una cinta transportadora.
- Un pistón perfora cada fruto longitudinalmente.
- Un cilindro extrae el hueso hacia el exterior.
- La hendidura en cruz queda a un lado; el orificio mayor, al otro.
- Por ese orificio se introduce el relleno.
- Capacidad: hasta 2.500 aceitunas por minuto.
Gracias a ese avance, Serpis se convirtió en la primera empresa en España capaz de comercializar aceitunas rellenas a gran escala.
De un garaje mediterráneo a una marca internacional
En 1926 nace oficialmente Aceitunas Serpis. Lo que comenzó en la cocina de su casa pronto pasó a una cadena de bajos interconectados en la calle Enrique Hernández. En 1929 se registró la marca “El Serpis”.
Durante los años 40 y 50, una lata de aceitunas era un lujo equivalente al sueldo semanal de un peón. Aun así, la demanda creció sin freno. En los 50, solo en Alcoi llegaron a existir hasta nueve fábricas que imitaban su modelo.
La evolución industrial: precisión, seguridad y tecnología
Con el paso de las décadas, Serpis incorporó maquinaria en horizontal, reduciendo accidentes laborales y multiplicando la productividad. Hoy su proceso incluye:
- Visión artificial para detectar defectos.
- Inspecciones mediante rayos X.
- Separación por densidades controladas.

Números que impresionan
- 12 millones de kilos de aceituna con hueso al año.
- 70 millones de envases distribuidos a 30 países.
- 112 trabajadores, casi la mitad mujeres.
Un relleno para cada cultura
La variedad de rellenos es infinita: anchoa, almendra, boquerón, queso azul, jalapeño, hierbas aromáticas, datil, mango, piri piri, vermut o incluso jamón serrano. Y según el país, los gustos cambian:
- En Alemania prefieren queso.
- En México, pimiento.
- En España, anchoa: la clásica.
El proceso: del mar y el olivo al aperitivo perfecto
Las anchoas llegan desde capturas mediterráneas, se asientan en sal y se soban para obtener la pasta de relleno. Las aceitunas manzanilla proceden de Andalucía y Extremadura, donde pasan por una fermentación al estilo sevillano para eliminar el amargor. Luego, máquina y precisión hacen el resto.
Conclusión: ingenio mediterráneo hecho industria
Serpis materializa como pocas empresas la esencia del Mediterráneo: creatividad, trabajo manual transformado en tecnología, comercio y tradición. O como decía Proust y reinterpretan en la factoría: el verdadero descubrimiento es mirar con nuevos ojos. Y en este caso, meter una anchoa dentro de una aceituna… y llevarla a todo el mundo.
Línea de tiempo de Serpis – Texto redactado

La historia de Aceitunas Serpis arranca en 1926, cuando Cándido Miró fundó la empresa en un pequeño bajo de la calle La Sardina de Alcoi. Solo dos años después, en 1928, la producción creció lo suficiente como para trasladarse a una nueva fábrica situada en la calle Enrique Hernández. Esta rápida expansión llevó en 1929 al registro oficial de la marca El Serpis, que pronto se convirtió en un nombre familiar en los bares y hogares valencianos.

Durante la década de 1940 la compañía comenzó su expansión comercial por toda España, un crecimiento que se consolidó todavía más en 1952, año en el que lanzaron sus primeras campañas publicitarias. En 1959 llegó el primer relevo generacional, un paso clave para asegurar la continuidad de la empresa familiar.
Una de las grandes innovaciones de Serpis llegó en 1968, cuando se incorporaron las aceitunas negras al catálogo comercial. El avance industrial de la compañía exigió en 1974 otro cambio de fábrica, esta vez a la calle Oliver. Solo dos años más tarde, en 1976, se produjo un nuevo cambio generacional acompañado del inicio de las primeras ventas internacionales, que abrieron el camino exterior de la marca.
En 1980, Serpis dio un paso adelante con el envasado de aceitunas en bolsas, un formato que facilitó la distribución y amplió su presencia en nuevos mercados. En 1990 se produjo un nuevo relevo generacional que marcó el comienzo de la dirección actual, y en el año 2000 la empresa obtuvo una licencia mundial para fabricar aceitunas con sabor Tabasco, un hito que reforzó su carácter innovador.
La evolución industrial y tecnológica continuó en 2006, cuando Serpis renovó su marca y puso en marcha su moderna fábrica, que sigue siendo la actual sede de producción. Un año después, en 2007, se inauguró el Museo Serpis, reconocido oficialmente por la Generalitat Valenciana como espacio cultural y divulgativo. En 2009 la firma cerró la década ampliando gamas y sabores, consolidando una oferta que hoy llega a más de treinta países y que mantiene vivo el legado visionario de Cándido Miró.

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