Rebollones, rovellons, pebrassos… así llamamos a la misma seta 🍄
Un mismo hongo y decenas de nombres distintos. En Valencia hablar de rebollones, rovellons, níscalos o pebrassos no es solo cuestión de vocabulario: también es hablar de paisaje, memoria familiar y otoño en la montaña.
Un hongo, muchos nombres
La seta de la que todos hablan es el Lactarius deliciosus, la clásica seta anaranjada de pinares que marca la llegada del otoño. En castellano general se conoce como níscalo, pero en la Comunitat Valenciana y alrededores el mapa de nombres es un auténtico rompecabezas sentimental:
- Rebollones / rebollón
- Rovellons / robellons
- Pebrassos / pebrasos / pebrachos
- Esclatasangs / esclatasans / esclatasan
- Hongos
- Guiscanos, giscanos o guíscanos
- Mizclos / miscles / miccles
- Otras variantes locales como bolets o niscanos
Detrás de cada forma hay una historia, una comarca y una manera concreta de vivir el monte.
Del rovelló al rebollón: cómo cambia una palabra
La forma considerada más antigua en el ámbito catalán-valenciano es rovelló (en valenciano, rovelló / rovellons), derivada de rovell, “óxido”, por el color rojo-óxido que suelta la seta cuando se corta.
Al pasar al castellano, esa palabra se adaptó como robellón. Con el uso cotidiano, y especialmente en zonas castellano-hablantes de la Comunitat, el grupo “ro-” acabó sonando muchas veces como “re-”, y de ahí surgió el popular rebollón, forma que muchísima gente utiliza hoy en día aunque no aparezca en los diccionarios normativos.
En paralelo, otras personas han intentado “volver al origen” y escriben rovello sin tilde ni ó final, una especie de retroversión que se ve cada vez más, pero que no se considera la forma correcta en valenciano.
El mapa valenciano de los nombres de la seta
Si escuchamos las voces de personas de distintas comarcas, el mosaico es riquísimo. A partir de comentarios reales compartidos por vecinas y vecinos, se puede dibujar un auténtico mapa lingüístico y emocional.
Rovellons y robellons: del litoral a Castellón
En buena parte de la franja mediterránea valenciana, y también en Barcelona y otras zonas catalanas, la forma dominante sigue siendo rovellons. Algunas personas en la ciudad de Valencia hablan de robellons cuando cambian al castellano, manteniendo el eco de la palabra original.
También hay quien recuerda que en Castellón —y en zonas cercanas— los carteles, puestos de mercado y conversaciones de otoño giran en torno a los rovellons.
Rebollones: de Utiel-Requena a la Serranía
En comarcas de interior, sobre todo en las que miran hacia Cuenca o Teruel, la forma rebollones es norma. Vecinos de la comarca de Utiel-Requena explican que recogen sus rebollones en pinares húmedos a unos mil metros de altura, entre carrascas y pinos, y que el término es el que han escuchado “de toda la vida”.
Algunos apuntan además otro origen posible: que rebollón pueda vincularse a rebollo, un tipo de roble muy abundante en la provincia de Teruel, de donde también llega parte de la tradición setera a tierras valencianas.
Pebrassos y pebrasos: la voz del interior valenciano
En el interior de Valencia la palabra pebrassos / pebrasos aparece una y otra vez. Se oye en zonas como Ontinyent, la Ribera, la Canal de Navarrés, la Font de la Figuera, Ayora-Cofrentes, Enguera, Xàtiva o pueblos del Carraixet, donde se menciona incluso la forma pebrachos.
En algunos casos se alterna con otros nombres (“bolets”, “hongos”), pero pebrassos sigue siendo sinónimo inmediato de otoño, brasas y monte.
Esclatasangs: el color que lo dice todo
Otro nombre muy querido en valenciano es esclatasang o esclatasangs, que alude al zumo rojizo que suelta la seta al cortarla, “como si explotara sangre”. Es muy habitual en comarcas como la Ribera, la zona de Alzira, pueblos de la Canal de Navarrés y otras áreas de interior. Para muchas personas, rebollones y esclatasangs son simplemente dos maneras de nombrar lo mismo según el idioma o el contexto.
Más allá de Valencia: hongos, guiscanos, mizclos…
Los comentarios de gente de fuera de la Comunitat amplían el mapa:
- En Teruel y el Maestrazgo turolense se habla de rebollones.
- En Cuenca aparecen formas como mizclos, miccles o miscles.
- En Albacete abundan guiscanos, giscanos o guíscanos.
- En la tierra de Pinares segoviana y en Madrid predominan los níscalos.
- En Mallorca, la gente habla de esclatasangs, manteniendo el vínculo mediterráneo.
- Y en muchos pueblos, directamente son “hongos”, sin más matices.
Más que un nombre: memoria, cocina y otoño
Los mayores suelen repetir unas cuantas ideas clave sobre estas setas:
- Cuando llueve lo justo y refresca por la noche, pueden aparecer en cuestión de dos días.
- El color rojizo intenso del jugo explica nombres como esclatasang.
- Durante décadas fueron comida humilde: salir con la cesta, volver con lo que diera el bosque y prepararlos de forma sencilla.
Hoy el rebollón, rovelló o níscalo sigue marcando el otoño en mercados, barbacoas, paellas de montaña y reuniones de amigos. A la plancha con ajo y perejil, en arroces de monte, en guiso o simplemente salteados con buen aceite, siguen siendo sinónimo de “sabor a otoño”.
Una lengua que se vive en el plato
La conversación sobre cómo llamarlos demuestra algo más profundo: que la lengua se construye también en la mesa, el mercado y el monte. Cada nombre cuenta de dónde viene una familia, qué lengua habla en casa y dónde ha aprendido a buscar setas.
Al final, más allá de si los llamamos rebollones, rovellons, pebrassos, esclatasangs, níscalos, hongos o miscles, todos acaban en el mismo sitio: en la sartén, en la brasa y en los recuerdos de un otoño de montaña compartido.
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