Los misterios del antiguo colegio de Agost: cuando el silencio pregunta “¿Quieres jugar?”







Redacción · 16 noviembre 2025 · Valencia Prohibida
Introducción: un colegio en ruinas y demasiadas preguntas
En las afueras de Agost, en la comarca del Vinalopó, se levanta un edificio inmenso, silencioso y herido por el tiempo. Fue un centro educativo y residencia para menores con necesidades especiales. Hoy, es un esqueleto de hormigón y pasillos interminables donde el viento se cuela entre puertas arrancadas, ventanas rotas y aulas vacías. Para muchos, es solo otro edificio abandonado. Para otros, uno de los lugares con más misterio de la provincia de Alicante.
Entre sus muros se han vivido partidas de airsoft, investigaciones paranormales y experiencias que han marcado para siempre a quienes se atrevieron a entrar de noche. Porque, según cuentan, en este colegio en ruinas todavía hay niños que quieren jugar. Y no siempre parecen estar vivos.

El caso: un centro inmenso, un pasado oculto y manos invisibles
El antiguo colegio, conocido en su día como “Centro de Educación Especial para niños subnormales”, fue un internado de tres plantas con capacidad para entre 250 y 300 jóvenes de ambos sexos con diferentes grados de discapacidad y necesidades especiales. En su momento, representó el modelo de una época en la que muchas familias veían en estos centros la única salida posible en una sociedad llena de tabúes sobre la salud mental y la diversidad funcional.
Tras su cierre, el edificio quedó abandonado, convertido en un laberinto de aulas, pasillos y habitaciones donde todavía pueden encontrarse restos de mobiliario, documentos dispersos y huellas de lo que un día fue la rutina de cientos de menores. Con el tiempo, el lugar empezó a ser frecuentado por grupos de airsoft, que aprovechaban sus dimensiones y su distribución para recrear partidas nocturnas de simulación militar. Uno de esos equipos, los “Spartans”, vivió allí una experiencia que todavía hoy cuesta explicar.
Durante una partida nocturna, los jugadores se dispersaron por el edificio. Entre ellos estaba uno de los más jóvenes, apodado “Capi”. En plena acción, sintió de pronto una mano agarrarle con fuerza el hombro. No era un compañero, ni nadie del equipo contrario. Al girarse, no había nadie. Capi quedó paralizado por el terror, incapaz de seguir jugando. Sus compañeros lo vieron palidecer, temblando, mientras intentaba explicar lo sucedido. El equipo tuvo que detener la partida. Su testimonio fue respaldado por varios jugadores y por el capitán del grupo, José Candela, que jamás ha olvidado aquella noche.
Documentación, archivos o prensa histórica
Sobre el funcionamiento interno del centro, los datos accesibles son escasos. La denominación oficial de la época, hoy claramente desfasada y ofensiva, refleja sobre todo una mentalidad social y médica muy distinta a la actual. Se sabe que el objetivo era acoger a menores con diferentes tipos de discapacidad, ofreciéndoles atención y alojamiento en régimen de internado.
En cuanto a posibles episodios trágicos o polémicos, la huella documental es mínima. No hay un gran escándalo recogido de forma clara en hemerotecas digitales ni un expediente público que explique un cierre traumático o sospechoso. Lo que sí existen son testimonios indirectos y relatos orales sobre el duro día a día de algunos internos en una época en la que las condiciones y métodos de trabajo distaban mucho de los modelos actuales de atención a la diversidad.
Los investigadores de lo paranormal, como David Mulé y Eugenia Hernández, han visitado el recinto para realizar grabaciones y estudios de campo. Fue durante una de estas investigaciones cuando dos jóvenes, Anaís Berná y María Sánchez, vivieron otro episodio difícil de olvidar.
Teorías y explicaciones posibles
Durante la investigación de Mulé y Hernández, el equipo se dividió en tres grupos para abarcar distintas zonas del gigantesco complejo. Anaís y María se encontraban en uno de los sectores cuando empezaron a escuchar risas infantiles que no procedían de ningún lugar concreto. No había niños en el recinto. Sin embargo, las risas parecían rodearlas.
Poco después, ambas percibieron una frase nítida, en voz infantil, que las dejó heladas: “¿Quieres jugar?”. El mensaje, inocente en apariencia, se convirtió en algo profundamente inquietante en aquel contexto de oscuridad, abandono y soledad. Nerviosas y alteradas, las dos jóvenes decidieron marcharse del lugar, ante la sorpresa del resto del equipo, que no había registrado actividad humana cercana en ese momento.
Para algunos, estos fenómenos tienen una explicación psicológica. Un edificio enorme, de noche, con un pasado cargado y un ambiente opresivo puede disparar la imaginación y la sugestión. El eco de los pasos, el viento y los ruidos de la estructura pueden confundirse con voces o susurros.
Otros, en cambio, están convencidos de que el antiguo colegio sigue habitado por algo más que recuerdos. Hablan de “almas en pena”, de niños que no terminaron de despedirse de un lugar que fue, a la vez, refugio y encierro. Las psicofonías obtenidas por algunos grupos parecen registrar voces, golpes y frases difíciles de atribuir a simples interferencias.
Conclusión: cuando los juegos nunca terminan
El antiguo colegio de Agost se ha convertido en un símbolo de cómo el abandono físico puede mezclarse con el abandono de la memoria. Un lugar diseñado para acoger a menores con necesidades especiales y que hoy se muestra como un escenario roto, cubierto de pintadas, cristales y silencio.
Entre quienes se han atrevido a recorrer sus pasillos hay quien solo ve ruinas. Otros, en cambio, salen de allí con la certeza íntima de que no estaban solos. Quizá los ecos que se escuchan sean solo el peso de la historia. O quizá, como sugieren algunos testimonios, todavía queden niños que siguen preguntando, desde algún rincón del tiempo: “¿Quieres jugar?”.
Ubicación actual y visita
El antiguo colegio se encuentra en el término municipal de Agost, en la provincia de Alicante, rodeado de terrenos amplios y aislado del casco urbano. El recinto está en ruinas y, como ocurre con otros edificios abandonados, supone un riesgo real de derrumbes, caídas y accidentes.
Además, se trata de una propiedad privada o de gestión municipal, por lo que el acceso sin autorización puede ser ilegal y peligroso. En los últimos años, su fama como lugar de misterio ha atraído a curiosos, grupos de airsoft e investigadores de lo paranormal, aunque todo indica que el edificio no está preparado ni acondicionado para visitas públicas.
Tal vez, en este caso, la distancia sea la mejor forma de respeto: hacia los menores que un día vivieron allí y hacia las historias, explicables o no, que aún parecen habitar entre sus paredes.
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