La entrada de Franco en Valencia: “Liberación” o imposición del miedo

31 marzo, 2025
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Valencia, 30 de marzo de 1939. Tropas del autodenominado Ejército Nacional desfilan por las calles de una ciudad exhausta. Mujeres con mantillas y falleras aplauden a soldados que, con paso firme y fusil al hombro, atraviesan una ciudad bombardeada y derrotada. La fotografía que acompaña este artículo —testimonio visual de aquel momento— ha sido ampliamente difundida como símbolo del “triunfo” del franquismo en el Levante. Pero ¿qué significaba realmente aquella escena?

El mensaje del régimen: propaganda de la “liberación”

“Valencianos: El Generalísimo Franco os ha liberado…”

El régimen franquista construyó desde el inicio una narrativa de “cruzada” nacional contra el comunismo, el separatismo y la “anti-España”.¹ En este contexto, la ocupación militar de ciudades republicanas fue presentada como una liberación espiritual, política y moral, en línea con el discurso nacional-católico promovido por Falange y el alto clero.

Esta retórica ocultaba, sin embargo, el objetivo real: la implantación de un régimen autoritario y represivo, sin lugar para la pluralidad política ni las libertades individuales.

La caída de Valencia: sin combate, pero no sin consecuencias

Valencia, que había sido capital de la República entre 1936 y 1937, cayó sin apenas resistencia el 30 de marzo de 1939. El coronel republicano Martínez-Monje negoció con los sublevados una rendición pactada para evitar una masacre en las calles.² El ejército franquista entró desfilando y fue recibido entre vítores… y silencios. Porque para muchos valencianos, el desfile era el preludio del terror.

La represión franquista: tribunales y delaciones

Uno de los primeros actos del régimen en la ciudad fue el despliegue de la Columna de Orden y Policía de Ocupación, dirigida por el coronel Antonio Aymat, quien implantó un sistema de control vecinal mediante jefes de barrio, fichas policiales y delaciones sistemáticas.³

“Se creó un sistema de fichado masivo de la población, con informes vecinales, jefes de finca y una red de confidentes que facilitaban la represión en tiempo récord.”⁴

Miles de personas fueron juzgadas en consejos de guerra sumarísimos, acusadas de “adhesión a la rebelión”, un delito que paradójicamente usaban los rebeldes para castigar a los leales a la República. Se aplicaron penas de muerte, largas condenas y depuraciones laborales que afectaron a maestros, funcionarios y trabajadores de todas las áreas.

La imagen como símbolo: propaganda y escenificación

La fotografía central del artículo muestra a soldados franquistas desfilando entre aplausos y banderas. Mujeres y niños saludan. Hay mantillas, trajes regionales y vítores. Pero como explica Julián Casanova, historiador de referencia en este periodo:

“La imagen pública de entusiasmo y liberación contrastaba radicalmente con la atmósfera de miedo, delación y silencio que se impuso inmediatamente después.”⁵

Estas imágenes fueron ampliamente distribuidas en prensa como parte del aparato propagandístico del régimen, dirigido a reforzar la idea de un pueblo agradecido. Pero Valencia era una ciudad bombardeada, empobrecida, traumatizada por la guerra y ahora sometida a una dictadura sin garantías judiciales.

Valencia bajo el franquismo

Durante el franquismo, Valencia se convirtió en un eje económico para el régimen, gracias a su producción agrícola e industrial, y a su puerto estratégico. Sin embargo, la ciudad vivió también años de hambre (la posguerra), censura y represión política.

Actos como la Feria de Julio, las procesiones religiosas o la exaltación de las Fallas fueron utilizados por el régimen para reconstruir la identidad colectiva desde el folclore y el control social.

Conclusión: el precio de la “redención”

“…en esta tierra, redimida por España y para España.”

Esta frase resume el espíritu del nacionalismo centralista y autoritario del franquismo. La llamada “redención” fue en realidad una ocupación ideológica y policial, donde se impuso el silencio, se prohibieron las lenguas regionales, se cerraron periódicos, y se persiguió toda disidencia.

El relato oficial hablaba de paz, trabajo y prosperidad. Pero para miles de valencianos, esa “paz” fue el sonido de las botas, los expedientes y las lápidas anónimas en el Cementerio Civil.


Notas

  1. Paul Preston, Franco: Caudillo de España (Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1994), 215.
  2. Vicent Gabarda, Els afusellaments al País Valencià (1938–1956) (Catarroja: Editorial Afers, 1996), 73.
  3. Javier Hernández, La represión franquista en la ciudad de Valencia (Valencia: Universidad de Valencia, 2010), 91.
  4. Juan Martínez Leal, “El control social franquista en la posguerra: fichas, informes y jefes de manzana,” Revista de Historia Social, nº 38 (2002): 99.
  5. Julián Casanova, La historia social y política de la Guerra Civil Española (Barcelona: Crítica, 2000), 227.

Bibliografía

  • Casanova, Julián. La historia social y política de la Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica, 2000.
  • Gabarda, Vicent. Els afusellaments al País Valencià (1938–1956). Catarroja: Editorial Afers, 1996.
  • Hernández, Javier. La represión franquista en la ciudad de Valencia. Valencia: Universidad de Valencia, 2010.
  • Martínez Leal, Juan. “El control social franquista en la posguerra: fichas, informes y jefes de manzana.” Revista de Historia Social, nº 38 (2002): 95–112.
  • Preston, Paul. Franco: Caudillo de España. Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1994.

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