El calvario de la Dama

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José Aparicio Pérez |   1897 es una fecha importante para la arqueología valenciana y española, al final de una calle de la ciudad romana de Ilici Augusta, la Elike ibérica, la Elig (Elche) actual, aparecía, cubierta de tierra, una escultura ibérica que, tras la destrucción del templo o ámbito funerario en que estuviere, había sido abandonada y olvidada. Debieron pasar dos milenios y medio, aproximadamente, para que volviera a ver la luz y hombres y mujeres volviéramos a recrearnos contemplando una de las más bellas obras que cincelaron los artistas valencianos anteriores a la romanización y al nacimiento de Cristo. 

            Parecía que, tras su hallazgo, todos los problemas para la escultura se habían terminado. Sin embargo, comenzaron entonces y persisten en la actualidad. 

            Comenzó para la pieza labrada en piedra caliza, arenosa y amarillenta del terreno, un largo peregrinar. Comprada por un avispado arqueólogo francés, Pierre París, salió subrepticiamente del país y fue a parar al museo del Louvre, donde permaneció hasta que se pudo recuperar en 1941 al ser canjeada junto a otros materiales y devuelta a España, en cuyo Museo Arqueológico Nacional ingresó y permanece. 

            Pero no acabaron ahí los sinsabores. Si repasamos las setenta y cinco citas bibliográficas que hemos reunido sobre ella observamos que buena parte o cuestionan su cronología o su naturaleza, e incluso, y lo que es más grave, su autenticidad. 

            En 1947 sólo se cuestionaba su cronología o naturaleza, romana para el Dr. García y Bellido, a lo que en 1954 se añadía su condición de hombre joven, es decir un chaval crecido, mientras que en 1957 el alicantino Francisco Figueras afirmaba que era cartaginés. 

            Pero en 1954 ya se escribió que “La Dama de Elche es Isabel la Católica. Data del siglo XV de nuestra Era. Su autor, Jacobo Florentín murió en Villena en 1526”, título de un artículo aparecido en la prensa de Madrid que provocó contundente respuesta en Valencia, especialmente por parte de los Drs. San Valero Aparisi y Fletcher Valls. A pesar de ello todavía se preguntaban en 1955, desde ABC, si era Isabel la Católica. 

            En 1975, sin embargo, el francés Nicolini se preguntaba en París si la Dama de Elche era auténtica, es decir cuestionaba la validez en sí de la propia escultura y se pensaba en una falsificación, sobre lo que se ha vuelto últimamente, afirmándose ya, en artículos, entrevistas e, incluso, en un libro dedicado a ello, la falsedad de la escultura. 

            Evidentemente la falsedad ni la reconoce el Ministerio de Cultura ni la dirección del Museo Arqueológico Nacional, ya que de aceptarla no tendrían ningún inconveniente en que viajara a Elche con motivo del centenario de su descubrimiento. Pero tampoco la aceptamos la comunidad científica, y no por meras razones sentimentales y de creencias, sino como producto de razonamientos apoyados en documentación histórica. 

            La Dama apareció al final de una calle en cuya pavimentación se habían utilizado otros muchos restos escultóricos de factura, estilo y naturaleza similares a los de aquélla, procedentes de un templo inmediato datado en época ibérica antigua, en el cual desempeñó, la cuestionada escultura, algún papel sacro. 

            Otrosí (como muy bien dice el ilicitano Enrique de Diego): Los elementos del ornato personal, del vestido, el tipo de piedra, la factura, el estilo son los propios de la estatuaria ibérica del periodo orientalizante de la misma, sin que nada desentone o resulte extraño o impropio, desconocidos en el siglo XV e, incluso, en el momento de su descubrimiento, imposible la falsificación. Su autenticidad es, pues, incuestionable. 

            Solucionado esto hoy se presenta un problema mayor, su futuro. El medio madrileño es fatal para la Dama, como lo es para otros productos mediterráneos, hechos con materiales de aquí para este medio. El ejemplo del templo egipcio montado en Madrid es ilustrativo, esta casi desecho. La Dama tiene actualmente, a pesar de la urna que la protege, una coloración grisácea muy alejada de la original. Ha perdido casi totalmente los colores originales que aun la adornaban. 

            Su vuelta a Elche se impone, pero con carácter definitivo. Razones históricas, culturales y sociales lo avalan, aunque especialmente su salvación. Los Museos Nacionales o Regionales no deben temer nada, sobran materiales para todos.