El antiguo Mercado de Navidad en la Plaza de San Francisco: así era la Valencia de 1898
21 noviembre 2025 | Redacción

Hoy, cuando cruzamos la Plaza del Ayuntamiento iluminada por las luces de Navidad, cuesta imaginar que ese mismo espacio tuvo otro nombre, otra forma y otra vida. A finales del siglo XIX, en torno a 1898, allí se abría paso el Mercado de Navidad de la Plaza de San Francisco, un escenario popular donde Valencia se preparaba para las fiestas entre barro, carros, humo y voces de mercado.
Una plaza con otro nombre y otro paisaje
La actual Plaza del Ayuntamiento se conocía entonces como Plaza de San Francisco, y su aspecto poco tenía que ver con el amplio espacio abierto de hoy. El entorno era más angosto, con edificaciones diferentes y un trazado urbano que conservaba todavía la huella de la Valencia antigua.
En ese contexto, el Mercado de Navidad transformaba la plaza en un hervidero de gente. Durante varias semanas, las mañanas y las tardes se llenaban de vendedores que llegaban desde la huerta y los pueblos cercanos para colocar sus paradas en un lugar privilegiado del centro de la ciudad.
El Barrio de Pescadores, un vecino muy vivo
Muy cerca de la plaza, el Barrio de Pescadores seguía en pie. Era una zona popular, con casas modestas y calles estrechas, donde vivían muchas familias vinculadas al mar y al comercio de productos frescos. Su presencia daba al entorno un carácter muy particular: el olor a pescado, las redes tendidas, los carros que iban y venían, las conversaciones cargadas de jerga marinera.
Ese barrio, hoy desaparecido, completaba una postal navideña muy distinta a la actual. Mientras en la plaza se vendían productos para las fiestas, en las calles cercanas se seguía respirando el pulso cotidiano de la ciudad trabajadora.
Qué se compraba en el Mercado de Navidad de 1898
En aquel mercado de finales del XIX se podía encontrar casi todo lo necesario para celebrar la Navidad a la manera valenciana de la época. Los puestos ofrecían:
- Frutas de invierno como naranjas, mandarinas, manzanas y frutos secos.
- Aves para las comidas festivas: pollos, gallinas, pavos y capones.
- Embutidos, carnes saladas y productos de matanza para los días más señalados.
- Dulces tradicionales, turrones artesanos y repostería casera.
- Velas, adornos sencillos y pequeños objetos para vestir la mesa y la casa.
Los compradores recorrían las paradas comparando precios, preguntando a los vendedores de confianza y cargando cestas que acababan en las cocinas y braseros de los hogares valencianos.
Ambiente, olores y sonidos de una Navidad de otra época
El ambiente del Mercado de Navidad en la Plaza de San Francisco era intenso y cercano. Los carros dejaban surcos en el suelo, los niños correteaban entre los puestos, los vendedores pregonaban a gritos sus productos y el frío del invierno se mezclaba con el olor a fruta recién descargada, a aves vivas, a leña y a humo.
No había luces led ni villancicos en altavoces, pero sí un murmullo constante que anunciaba que llegaban días especiales. Para muchas familias, el paseo al mercado no era solo una compra, sino una tradición navideña en sí misma.
Una Valencia en plena transformación
La escena de 1898 pertenece a una Valencia en transición. Mientras el mercado navideño llenaba la Plaza de San Francisco, la ciudad empezaba a cambiar su perfil urbano. Las decisiones urbanísticas que, con el tiempo, darían lugar a la actual Plaza del Ayuntamiento, todavía estaban en proceso, pero ya se intuía que el centro debía abrirse, ordenarse y modernizarse.
El Barrio de Pescadores, aunque aún en pie, vivía sus últimos años. Con el paso del tiempo sería derribado, y con él desaparecería una parte de la vida popular que había dado carácter a aquella zona de la ciudad.
Del mercado de barro a la plaza de las luces
Hoy, cuando miramos la Plaza del Ayuntamiento llena de luces, ferias y actividades navideñas, estamos pisando el mismo lugar donde, hace más de un siglo, se alzaban los tenderetes del Mercado de Navidad de la Plaza de San Francisco. La ciudad ha cambiado de rostro, pero la función social del espacio sigue siendo la misma: un gran punto de encuentro donde Valencia celebra juntas sus fiestas.
Recordar aquel mercado de 1898 es recuperar una capa más de la memoria de la ciudad. Bajo el pavimento actual, todavía late la huella de los puestos, del barrio desaparecido y de una Navidad que olía a huerta, mar y brasero.
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