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El tiovivo de la Gran Vía Ramón y Cajal (1953): la infancia que giraba en Valencia

1 diciembre, 2025
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El tiovivo de la Gran Vía Ramón y Cajal (1953): la infancia que giraba en Valencia

Redacción | 30 de noviembre de 2025

Sección: Historia de Valencia · Zona: Gran Vía

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El tiovivo en la Gran Vía Ramon y Cajal, frente al solar de la futura Jefatura Superior de Policia, en 1953. Colección Miquel Ramón Quiles.

A veces, una ciudad cabe entera en una sola fotografia. En el caso de Valencia, una de esas imágenes es la del tiovivo instalado en la Gran Vía Ramon y Cajal en 1953, frente al solar donde años después se levantaria la Jefatura Superior de Policia. Un niño bien abrigado cabalga sobre un fiero tigre de madera; alrededor, la plataforma gira, la musica calla por un instante y el mundo parece detenerse en blanco y negro.

La instantanea forma parte de la colección de Miquel Ramón Quiles y resume, en un solo plano, la mezcla de inocencia, fantasía y vida urbana de aquella Valencia de posguerra. No hay pantallas, ni centros comerciales, ni parques tematicos. Hay un tiovivo de barrio, tablas de madera bajo los pies, figuras talladas y la mirada de un niño que oscila entre el miedo y la valentía.

Gran Vía Ramon y Cajal, un escenario en transformación

A comienzos de los años cincuenta, la Gran Vía Ramon y Cajal era una avenida en pleno proceso de configurarse como gran eje de paso. Todavía convivian edificios recien levantados con solares vacios, heredados de derribos y reformas urbanisticas. En uno de esos solares, sobre lo que seria la “llanura” previa a la futura Jefatura Superior de Policia, se instaló aquel tiovivo que hoy contemplamos desde la distancia.

No hablamos de un parque de atracciones estable, sino de una instalación ambulante que llegaba con las fiestas o con el buen tiempo. Para muchos niños y niñas del barrio, aquel carrusel era el gran acontecimiento del año. Mientras los adultos charlaban en la acera o hacian cola en los comercios cercanos, los pequeños daban vueltas sin descanso en sus caballos, coches, tigres y leones de madera.

La Gran Vía era ya una arteria importante, pero aun guardaba algo de frontera entre la ciudad consolidada y los espacios por conquistar. Que un tiovivo plantara su estructura en medio de esa transición urbana es casi una metáfora: en aquel campo abierto donde se proyectaba autoridad y orden institucional, lo que primero ocupó el espacio fue la fantasia infantil.

El niño del tigre: miedos, sueños y héroes en miniatura

La fotografia nos muestra a un niño montado sobre un tigre de madera, con la boca abierta en un rugido silencioso. El pequeño sujeta con fuerza la barra metalica, los pies bien apoyados, el abrigo cruzado, los calcetines blancos perfectamente subidos. Su gesto es serio, concentrado. En esa mirada se mezclan el respeto a lo desconocido y la sensacion de estar haciendo algo grande: convertirse en jinete por unos minutos.

En el texto que acompaña la imagen se describe con detalle esa escena: el tiovivo detenido suena “estridente” cuando arranca; despues, en movimiento, la musica se vuelve alegre, hipnotica. Las barras suben y bajan, el caballo —o en este caso, el tigre— parece cobrar vida, y el niño entra en su propio mundo, a medio camino entre el susto y la euforia, agarrandose con todas sus fuerzas para no perder el equilibrio.

Cada vuelta ofrece el mismo ritual: el niño deja de ser guerrero y vuelve a ser hijo cuando, de reojo, busca entre el gentío a su padre o a su madre. Ellos, desde el “mirador” improvisado de la acera, siguen el giro del tiovivo para localizar de nuevo la cara familiar que aparece y desaparece tras la barandilla de la atracción. Es un juego de miradas que cualquiera que haya vivido un carrusel reconoce: el “mira, mira, mama” que convierte la vuelta en un pequeño triunfo personal.

El tiovivo como latido de barrio

Más allá del encanto estetico de la foto, el tiovivo de 1953 habla del latido social de la Valencia de entonces. Eran tiempos de estrecheces economicas, pero también de una intensa vida en la calle. Las plazas, las avenidas y los solares eran el gran escenario de la infancia. El ocio se construia con poco: una pelota, una cuerda de saltar o, en ocasiones especiales, unas monedas para subir al tiovivo.

Alrededor de la atracción se generaba toda una coreografia de barrio: madres con pañuelos y abrigos oscuros, padres que fumaban apoyados en la valla, vendedores ambulantes, otros niños esperando turno, carritos de bebe, conversaciones cruzadas… El carrusel era un punto de encuentro, una excusa perfecta para detener el reloj y compartir unos minutos de alegria.

Ese tipo de espacios, tan humildes como significativos, han ido desapareciendo del paisaje urbano. Hoy la Gran Vía Ramon y Cajal es una avenida de trafico intenso, fachadas continuas y ritmos apresurados. La imagen del tiovivo actua como recordatorio de que, antes de los coches y las prisas, hubo risas, musica y caballos de madera girando sobre un suelo de tablas.

La memoria guardada en una fotografia

Las ciudades cambian, pero la memoria se resiste a desaparecer. Fotografias como esta sobreviven gracias a coleccionistas, archivos familiares y personas que entienden que el pasado cotidiano es tan importante como los grandes hitos monumentales. La colección de Miquel Ramón Quiles es un ejemplo de ese cuidado por lo pequeño, por esos instantes que, sin pretenderlo, acaban contandolo todo.

Lo que para la familia pudo ser una simple foto de recuerdo —un carrete más, una tarde cualquiera en el tiovivo— se ha convertido con el paso del tiempo en documento historico. Ahora nos permite saber como vestian los niños, que tipo de juguetes y atracciones tenian, que aspecto tenian los carruseles ambulantes y, sobre todo, como era la Valencia que se intuía entre bastidores.

La fuerza de esta imagen reside en que no necesita grandes gestos. No hay desfile oficial, ni fallas, ni mascleta, ni grandes monumentos de fondo. Hay un niño, un tigre de madera y una ciudad que observa. Y, sin embargo, cuando uno mira con calma, aparece todo: la forma de educar, el tipo de ocio, la arquitectura incipiente, los detalles de la moda infantil, la manera de hacerse fotos en familia.

Del solar a la Jefatura: la ciudad que se superpone

El texto que acompaña la imagen sitúa con exactitud el lugar: frente a «la llanura de la futura Jefatura Superior de Policia». Esa mención introduce otro de los elementos clave del relato: la superposicion de capas urbanas. Donde un niño da vueltas en un tiovivo, años más tarde se erige un edificio institucional, sobrio, serio, ajeno a la musica de organillo.

La ciudad funciona así: un mismo punto del mapa puede ser, en distintas epocas, descampado, feria, oficina, vivienda o sede oficial. Los vecinos que hoy pasan frente a la Jefatura difícilmente imaginarán que, en 1953, ese mismo trozo de acera era territorio de fantasias infantiles. Quienes vivieron aquella época, en cambio, quizá no puedan mirar el edificio sin escuchar, de fondo, la melodia del tiovivo.

Recordar esta superposicion no es un ejercicio de nostalgia vacia, sino una forma de humanizar el paisaje urbano. Detras de cada esquina hay historias, juegos, vidas y emociones que preceden a lo que hoy vemos. Contarlas es una manera de reconciliar la Valencia actual con la que fue.

El tiovivo como símbolo de una Valencia que no quiere olvidar

El tiovivo de la Gran Vía Ramon y Cajal es, en definitiva, mucho más que una anecdota. Es un símbolo silencioso de una Valencia que crecia hacia la modernidad sin renunciar a la vida de barrio. Una ciudad en la que las grandes avenidas podian acoger, aunque fuera por unos dias, la humilde magia de un carrusel de madera.

Quizá por eso la fotografia sigue emocionando. Porque en ese niño que aprieta los dedos sobre la barra metalica nos reconocemos un poco todos: los que fuimos niños en otra epoca, los que acompañan ahora a sus hijos a otras atracciones, los que miran la Gran Vía y se preguntan qué historias guarda debajo del asfalto.

Mientras el tigre gira y gira, el horizonte del niño es siempre el mismo, pero su mundo interior cambia a cada vuelta. Asi funciona también la memoria de la ciudad: el decorado puede transformarse, pero hay imágenes que permanecen, girando en circulos perfectos sobre el carrusel del tiempo. Y esta, la del tiovivo de 1953, es una de ellas.

Etiquetas: historia de Valencia, Gran Via Ramon y Cajal, tiovivo 1953, fotos antiguas, memoria urbana, Jefatura Superior de Policia, infancia en Valencia

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