Contexto histórico del fenómeno
El 26 de mayo de 1520 se produjo la caída de varios meteoritos en la zona limítrofe entre la villa de Oliva (entonces condado) y la ciudad de Gandia (ducado), en el Reino de Valencia. Este suceso ocurrió en plena Guerra de las Germanías (1519–1523), una revuelta social que enfrentaba a las clases populares (agermanados) contra la nobleza local. La contienda afectaba gravemente a la comarca de La Safor (donde se sitúan Oliva y Gandia), por lo que no faltó quien interpretara aquel prodigio celeste como un presagio relacionado con los convulsos acontecimientos de la época. De hecho, las crónicas señalan que la mañana de ese lunes 26 de mayo empezó con truenos y pedrisco (granizada), preludio tras el cual “el cielo disparó con súbita tempestad” tres piedras sobre un campo en el confín de ambos lugares. Este fenómeno extraordinario se inscribe en un contexto de creencias donde las señales en el cielo (meteoritos, cometas, etc.) solían considerarse augurios divinos o naturales que presagiaban desastres o eventos históricos inminentes.
Testimonios históricos de la caída
Varios cronistas de los siglos XVI y XVII dejaron constancia de la caída de estos meteoritos de 1520, aportando descripciones de primera mano o recopilando la tradición oral. Uno de los relatos más detallados aparece en Anales de Aragón (1520–1525), escrito por Francisco Diego de Sayas Rabanera y publicado en 1666. Sayas Rabanera narra cómo “con súbita tempestad, disparó el cielo” tres piedras en mayo de 1520, durante la guerra de las Germanías, enfatizando su carácter prodigioso. Según este autor, las piedras —de un peso superior a una arroba cada una (es decir, más de ~11 kg)— eran de “color y temple de pedernal”, es decir, de apariencia similar al sílex o pedernal. Las dimensiones y aspecto lítico sugieren que se trataba de meteoritos pétreos (condritas) de considerable tamaño.
Otro testigo indirecto citado por Rabanera es Fray Antonio de Guevara, obispo de Mondoñedo y cronista del emperador Carlos V. Guevara visitó tiempo después la zona y pudo ver personalmente uno de los meteoritos colgado en una ermita rural. En efecto, tras la caída, una de las rocas fue trasladada a la ermita de Santa María (situada aproximadamente a una legua de Oliva, unos 5 km) y allí se suspendió del techo con una cadena de hierro, a la vista de los fieles. El motivo de colgar la piedra en lo alto de la iglesia fue protegerla, ya que “todos los que venían allí en romería hurtaban de ella lo que podían” – es decir, los peregrinos y curiosos iban arrancando fragmentos como reliquias o curiosidades. Este detalle coincide con prácticas habituales de la época frente a meteoritos célebres (por ejemplo, el meteorito de Ensisheim de 1492 fue igualmente expuesto en una iglesia y sufrió saqueo de trozos por parte de los vecinos antes de ser asegurado).
También Prudencio de Sandoval, cronista y obispo de Pamplona, relata minuciosamente estos hechos en su Historia del Emperador Carlos V (Tomo II, publ. 1604, ed. 1847). Sandoval confirma que el lunes 26 de mayo de 1520 por la mañana, comenzó a tronar y a pedregar, y súbitamente “en una heredad que estaba entre el condado de Oliva y ducado de Gandía, cayeron de las nubes tres piedras de color a manera de pedernal”. Añade que Fray Antonio de Guevara vio colgada una de dichas piedras en la iglesia de Santa María cerca de Oliva, “que por lo menos pesaba una arroba”, y que debido a que todos querían llevarse parte, se decidió colgarla con una cadena en lo más alto de la iglesia. Sandoval menciona además otros sucesos extraordinarios en Valencia aquel año, como un rayo que destrozó el chapitel de la Seo de Valencia (catedral) el día siguiente, 27 de mayo de 1520, y una inundación catastrófica del río Turia en septiembre de 1520, interpretándolos todos como signos de malos augurios para el reinado.
Los testimonios concordantes de Rabanera (vía Guevara) y Sandoval pintan un cuadro vívido de la caída: un fenómeno meteórico acompañado de tormenta, tres bólidos que impactan en tierra abiertos en forma de lluvia de piedras, y la posterior veneración popular de al menos uno de los fragmentos, tratado casi como un objeto sagrado o milagroso. Sin embargo, pese a la notoriedad del evento en las crónicas, no se conservan registros materiales directos de aquellas piedras en colecciones actuales. Investigaciones modernas (S. Calderón, 1906; M. Faura y Sans, 1922) documentaron históricamente la caída de 1520 recopilando estas crónicas, pero concluyen que “no se dispone de ejemplar” alguno del meteorito de Oliva-Gandia. Es decir, no existe hoy ninguna pieza identificada de forma fehaciente como proveniente de aquella caída de 1520.
Conservación en museos y relación con otros meteoritos históricos
Fotografía del meteorito “Valencia”, un ejemplar rocoso de 33,5 kg conservado en el Museo de Historia Natural de la Universitat de València. Geológicamente es una condrita ordinaria tipo H5 (meteorito pétreo con alto contenido en silicatos). Su superficie fusionada negra con hoyuelos se aprecia debido al intenso calor experimentado al atravesar la atmósfera.
Curiosamente, el meteorito “Valencia” –custodiado hoy en la Universidad de Valencia– podría ser el fragmento superviviente de alguno de aquellos meteoritos históricos caídos en tierras valencianas. Se trata de un bloque de 33,5 kg de masa, de forma irregular (aprox. 37 × 24,5 × 19,5 cm), cuya composición corresponde a una condrita H5 típica (con silicatos como forsterita y enstatita, más aleaciones de hierro-níquel). Este espécimen es el más antiguo de la colección geológica de la Universitat de València y durante mucho tiempo fue conocido simplemente como “el meteorito”, ya que se hallaba en las colecciones sin datos claros sobre su procedencia. Desafortunadamente, toda información sobre dónde, cuándo y quién encontró esta roca se perdió en un incendio que asoló el antiguo gabinete de ciencias de la Universidad en 1932. Solo se sabe que la pieza fue rescatada del fuego y preservada, pero su origen quedó incierto. Por su gran tamaño y naturaleza, diversos autores han propuesto hipótesis vinculándolo con caídas meteóricas históricas en la región: la de Oliva-Gandia en 1520, otra supuesta caída cerca de Valencia en 1603, o incluso el bólido de Peñíscola en 1916. Ninguno de estos eventos de 1603 o 1916 dejó fragmentos conservados conocidos, por lo que el enigma persiste.
En 1998, este meteorito valenciano fue sometido a análisis científicos detallados (por investigadores de la Univ. Complutense, Museo Nac. de Ciencias Naturales, etc.) que confirmaron su origen extraterrestre y su clasificación como H5. Fue entonces aceptado oficialmente por la Meteoritical Society con el nombre “Valencia”, quedando registrado en el catálogo internacional de meteoritos. Su inclusión fue notable porque se convirtió en el único meteorito autenticado en España en los últimos 50 años del siglo XX (dado que desde mediados del siglo XX no se había incorporado ningún meteorito español nuevo a las listas oficiales). De confirmarse que este ejemplar “Valencia” corresponde efectivamente a la caída de 1520, estaríamos ante la caída meteorítica documentada más antigua de España y una de las más antiguas a nivel mundial de la que se conserva material. El propio Museo de Historia Natural de València destaca que podría ser “uno de los meteoritos más antiguos que forman parte del catálogo internacional”. Actualmente, el meteorito “Valencia” se exhibe al público, sirviendo como puente tangible entre aquel fenómeno celeste del siglo XVI y la ciencia moderna.
En cuanto a la relación con otros meteoritos conservados, es importante señalar que en España prácticamente no se han preservado físicamente meteoritos de caídas anteriores al siglo XVIII. Ni el evento de 1520 ni el de 1603 en Valencia (mencionado solo por algunas fuentes) dejaron fragmentos disponibles para la posteridad. De hecho, los expertos consideran que el meteorito documentado más antiguo verificado en territorio español con ejemplares aún conservados es el de Sena (Huesca), caído el 17 de noviembre de 1773. Este meteorito de Sena (una condrita H4) sí fue recogido y estudiado en su momento –analizado por el químico Luis Proust en 1804– y hoy sus piezas forman parte de colecciones museísticas (es un caso emblemático por ser el primer meteorito español reconocido científicamente). En la esfera internacional, un paralelo notable lo encontramos en el ya mencionado meteorito de Ensisheim (Alsacia, Francia, 1492). Este es la caída meteórica más antigua atestiguada en Europa de la cual aún se conserva material. La piedra de Ensisheim, de unos 127 kg originalmente, fue rápidamente recuperada y —al igual que la de Oliva— colgada en una iglesia local por orden del emperador Maximiliano I, salvándola para la posteridad. Aún hoy se conserva el fragmento principal en el museo de Ensisheim, mientras partes de él se repartieron por distintos museos de Europa a lo largo de los siglos.
En síntesis, el meteorito caído en 1520 entre Oliva y Gandia pervive en la memoria gracias a las fuentes históricas y, potencialmente, a través de alguna pieza superviviente en museos. Estos fragmentos antiguos, como el “Valencia” en Burjassot o el Ensisheim en Alsacia, nos permiten conectar aquellos fenómenos celestes extraordinarios con la ciencia contemporánea, ofreciendo un testimonio material de eventos que maravillaron y atemorizaron a nuestros antepasados. Las crónicas y los museos, juntos, preservan la historia de estos mensajeros cósmicos que un día cayeron del cielo sobre la tierra valenciana.
Bibliografía seleccionada:
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Calderón, S. (1906). Noticia histórica de la caída de un meteorito en Valencia en el año 1520. Boletín de la R. Soc. Española de Hist. Natural, VI, 331-332.
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Faura y Sans, M. (1922). Meteoritos caídos en la Península Ibérica. En Revista Ibérica, 17(402), 202-208; 18(403), 218-220.
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Sandoval, P. de (1604). Historia del emperador Carlos V (ed. 1847, vol. 2, pp. 263-264). Madrid: Madoz y Sagasti.
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Sayas Rabanera, F. D. (1666). Anales de Aragón, desde el año 1520 hasta 1525 (Zaragoza). Ed. facsímil: Institución Fernando el Católico, 2008.
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Grossman, J. N. (1998). Meteoritical Bulletin, no. 82. Meteoritics & Planetary Science, 33(S), 221-239. (Entrada Valencia H5).
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Muñoz-Sanz, J. et al. (1999). Spain gets first approved meteorite in 50 years. Geotimes, 44(9), 11-12. (Sobre la inclusión del meteorito “Valencia” en 1998).
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Martín Escorza, C. (1987). Los meteoritos (Ed. Rueda, Madrid), p. 53. (Catálogo histórico de meteoritos en España).
