Patricio se reencuentra con Baquir 363 días después de que le salvara la vida en la DANA: “Fue muy valiente y arriesgado”
| Redacción Locos por Valencia
El abrazo que selló una vida
A mediodía, el encuentro por fin se produce. Los dos hombres se miran, se reconocen y se funden en un abrazo largo, sincero. “Fueron momentos muy difíciles —recuerda Patricio—. Sobran las palabras, con una mirada es suficiente. Fue muy valiente y arriesgado”.
Con voz entrecortada, añade: “Yo soy creyente, y creo que Dios puso su mano en ti para que me rescataras”. Las lágrimas de ambos se mezclan con los recuerdos de aquella tarde en la que el agua lo cubría todo.
El rescate imposible
Patricio casi no podía mantenerse en pie. La corriente crecía con fuerza cuando Baquir, subido a un árbol cercano, lo vio luchar contra el agua. “Me bajé y llegué donde estaba —recuerda—. Le puse el pie en mi rodilla y lo empujé hasta que subió al árbol. Luego subí yo.”
Durante horas permanecieron allí, aferrados a las ramas mientras la riada seguía rugiendo. Cuando la corriente se calmó un poco, intentaron bajar, pero el agua volvía a crecer. “No podíamos avanzar, así que volvimos a subir. Era la única opción”, explica Baquir.
La noche fue eterna. Solo la luz de un móvil rompía la oscuridad. “Con la linterna le hicimos señales a un policía nacional que iba preguntando si había alguien. Me reconoció y pudimos bajar”, cuenta Patricio.
La solidaridad que salvó vidas
Ya en tierra firme, aún tuvieron que caminar entre calles devastadas, llenas de lodo y coches volcados. “Menos mal que vimos a tu amigo con el todoterreno”, recuerda Patricio. Exhaustos, pero con vida, lograron llegar a sus casas bien entrado el día siguiente.
Desde entonces, ambos hombres mantienen contacto. “Yo lo quiero mucho”, dice Baquir con una sonrisa. “No solo hay maldad y violencia, también hay humanidad en el mundo”, responde Patricio mientras lo mira con gratitud.
Memoria, dolor y esperanza
El reencuentro de Patricio y Baquir simboliza lo que muchos valencianos vivieron aquel día: miedo, pérdida y también solidaridad. En cada barrio afectado, en cada voluntario, en cada vecino que abrió su casa, late aún la huella de aquella tragedia.
Un año después, mientras algunos siguen esperando ayudas o la reconstrucción de sus viviendas, historias como esta recuerdan que la humanidad siempre resiste incluso bajo la lluvia más intensa.