El nacimiento en medio del caos

Raquel recuerda aquel día con una mezcla de miedo y asombro. “Llamé a una amiga que es matrona, pero nos dijeron que era imposible acceder al hospital. Las carreteras estaban cortadas, los barrancos desbordados y la ciudad se había detenido”, cuenta.

El parto comenzó cuando la lluvia era ya un diluvio. Sin poder desplazarse a ningún centro sanitario, Raquel dio a luz en una camilla improvisada, de manera natural y sin calmantes. “Tuve miedo, pero Cristina —mi amiga— me ayudó. Menos mal que estaba ahí. No me lo creo ni ahora.”

El pequeño Roc Verdeño nació entre sirenas, agua y oscuridad, en un parto que se convirtió en el único rayo de luz de aquel 29 de octubre. Su madre lo define como “un milagro dentro del desastre”.

El milagro del día de la DANA

Mientras la lluvia arrasaba calles y hogares, la historia de Raquel se convirtió en una metáfora viva: la vida resistiendo al desastre. Esa jornada, más de 19.000 llamadas colapsaron el 112. Centenares de familias buscaban ayuda, atrapadas en sus casas, sin poder huir del agua.

En medio de esa tormenta, nacía Roc, ajeno a todo, como si la vida se empeñara en demostrar que incluso el día más oscuro puede alumbrar una historia luminosa.

“Cuando sea mayor le contaré la verdad —dice Raquel—, que ese día lo pasó muy mal mucha gente, que hubo una desgracia enorme en nuestra tierra. Pero también que él fue lo único bueno de aquel día. Mis amigas me decían: ‘has sido la única alegría entre tanta tristeza’.”

Otras historias que marcaron aquel 29 de octubre

La DANA dejó un sinfín de relatos humanos. En Paiporta, epicentro de la catástrofe, una maestra llamada Laura logró salvar a los niños de su escuela cuando el agua entró en las aulas. “Nos metimos en una sala y subimos encima de las mesas. A los cinco minutos el agua reventó todo. Hicimos una cadena con los niños para llegar al patio más alto”, relató.

En Picanya, Patricio, de 79 años, fue rescatado por un joven llamado Baquir, que arriesgó su vida para subirlo a un árbol antes de que la riada se lo llevara. Un año después, ambos se reencontraron y se abrazaron entre lágrimas.

Son historias de miedo, pero también de coraje y humanidad.

Valencia, un año después

A punto de cumplirse un año de aquella catástrofe, la Comunitat Valenciana sigue reconstruyéndose. En muchos municipios, los vecinos aún limpian escombros, reclaman ayudas o recuerdan lo que perdieron. Pero también celebran la vida: bodas, nacimientos y pequeñas victorias cotidianas que simbolizan la superación.

El caso de Raquel y Roc es uno de esos ejemplos que emocionan. En Paiporta, Torrent, Silla o Catarroja, se han multiplicado los homenajes a los héroes anónimos de la DANA. Entre ellos, médicos, voluntarios y vecinos que arriesgaron todo para salvar vidas.

La memoria que no se borra

Raquel no puede evitar emocionarse cuando ve las imágenes de aquel día. “Fue terrible. Había gente llorando, coches flotando, calles convertidas en ríos… pero al mismo tiempo sentí que mi hijo llegaba para recordarnos que siempre hay luz”, explica.

Hoy Roc cumple un año. “Cada vez que lo miro pienso que su nombre le va perfecto: Roc, como una roca, fuerte y sereno”, dice su madre. En su casa aún conservan la camilla donde nació, como un pequeño altar a la vida y la esperanza.

El valor de recordar

El aniversario de la DANA no es solo un recuerdo del desastre, sino una llamada a la conciencia y a la memoria colectiva. Las autoridades han anunciado inversiones en prevención, pero los vecinos insisten en que lo importante es no olvidar.

Raquel lo tiene claro: “No quiero que mi hijo crezca pensando que todo fue una historia bonita. Quiero que sepa que nació el día que muchos murieron, que su vida representa a todos los que no pudieron salvarse. Que aprenda que la vida es frágil, pero también maravillosa.”

Conclusión

La historia de Raquel Verdeño y su hijo Roc resume lo que fue y sigue siendo la DANA del 29 de octubre: una mezcla de dolor y esperanza, de pérdidas irreparables y nuevos comienzos. Entre tanto barro y lágrimas, una madre valenciana trajo al mundo una vida que hoy se convierte en símbolo de resistencia y amor.

Un año después, Roc sonríe y crece ajeno al drama de su nacimiento. Su historia recuerda que, incluso en medio del desastre, Valencia siempre encuentra la forma de volver a florecer.

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