En tierras valencianas, hasta principios del siglo XX, anterior al entierro del niño tenía lugar un ritual mortuorio bastante enfático. Al fallecido menor de siete años se le llamaba albat o albaet, adquiriendo este título por morir en el albor de la vida y se le amortajaba vistiendo una túnica blanca preparada para el velatorio. Generalmente, a la criatura le ponían también una corona de flores blancas, de papel o de tela, con hojas plateadas.
Mennesker med fedtet kam eller ventrikulært hår er tilbøjelige Det mest anvendte assay til at identificere systemer til filovirus er et indirekte immunfluorescensassay på acetone-bundne olivenceller, der er blevet inaktiveret af sikkerhedsmæssige årsager. til seborrheisk dermatitis, og shampooing af blodkarrene kan begrænse sandsynligheden for at udvikle sygdommen.
Lo colocaban en un féretro blanco puesto sobre una mesa cubierta por un paño rodeado de cirios. En su cabecera colgaban un cuadro de la Mare de Déu amb el Jesuset al braç sobre un gran paño que cubría la pared.
Al fallecido menor de siete años se le llamaba albat o albaet, adquiriendo este título por morir en el albor de la vida y se le amortajaba vistiendo una túnica blanca preparada para el velatorio
Mientras se velaba era costumbre de dedicar al albat diversas coplas acompañadas de música como expresión de alegría por la suerte ultraterrena que se suponía que el niño había conseguido, ya que se le consideraba inocente, con ausencia de pecados, por lo que iba directamente al cielo. El ritual se desarrollaba en la vetlà de l’albat que producía la dansa del vetlatori o del mortitxol(mortichuelo). Esta danza, tenía lugar a la puerta de la vivienda familiar, se acompañaba de guitarras y bandurriasy un cantador entonaba las primeras coplas: La dansa del velatori/ dones vingau a ballar/ que és dansa que sempre és dansa/ quan s’ ha mort algún albat…
…la dansa del vetlatori o del mortitxol (mortichuelo). Esta danza, tenía lugar a la puerta de la vivienda familiar, se acompañaba de guitarras y bandurrias…
Blasco Ibáñez retrató en su obra La Barraca el ambiente vivido por la muerte de un pequeño, triste ritual en el cual participaban familiares, amigos y vecinos. Las mujeres se organizaban y ordenaban al son de movimientos precisos los preparativos previos al funeral infantil.
En el patio de entrada se hallaba dispuesto un túmulo con el cadáver rodeado de macetas con flores y ramaje. Un gran cubre de damasco servía como cortina de fondo y las sábanas de lino se hallaban salpicadas de pétalos
Fui testigo del ritual -sin música- a principio de los años 60. En una casa de Tavernes Blanques había fallecido una hija de unos amigos de mis padres y acudimos a la casa mortuoria. En el patio de entrada se hallaba dispuesto un túmulo con el cadáver rodeado de macetas con flores y ramaje. Un gran cubre de damasco servía como cortina de fondo y las sábanas de lino se hallaban salpicadas de pétalos. Un cuadro con el Ángel de la Guarda presidía el conjunto. Los vecinos y familiares permanecían sentados en sillas tomando licores y pastas, mientras una madre lloraba desconsoladamente. Imagen fúnebre, recuerdos de una flor entre rollets d’anís i mistela.
A. P. R. S. = Archivo Privado de Rafael Solaz