En la huerta de Rascanya, Valencia, se erige el imponente Monasterio de San Miguel de los Reyes, un complejo arquitectónico que combina historia, arte y devoción. Construido bajo la dirección de Fernando de Aragón, duque de Calabria, y su esposa, Úrsula Germana de Foix, este monumento fue concebido como un homenaje a los Reyes Magos y como el lugar de descanso eterno para sus fundadores. Este monasterio, apodado el “Escorial Valenciano”, ha sido testigo de siglos de cambios y adversidades, pero sigue siendo un emblema del Renacimiento español y un símbolo de la rica herencia cultural de Valencia.
Un Monumento Dedicado a los Reyes Magos
El duque de Calabria tenía una conexión especial con los Reyes Magos, en particular con Baltasar, de quien afirmaba descender. Esta creencia influyó profundamente en la concepción del monasterio, que no solo serviría como panteón familiar, sino también como un tributo a los magos de Oriente. En la fachada barroca de la iglesia, terminada entre 1632 y 1644, se pueden apreciar las figuras de Melchor, Gaspar y Baltasar, destacándose este último en la parte superior como símbolo del linaje del duque.
En el interior, el altar mayor refleja la simbología de los magos con representaciones de las coronas, el oro, el incienso y la mirra, los tradicionales regalos de adoración al Niño Jesús. Estos elementos refuerzan la narrativa de devoción y conexión espiritual que el duque quiso plasmar en esta obra monumental.
El Rastro de los Fundadores
Aunque el monasterio fue diseñado para albergar los restos de Fernando de Aragón y Úrsula Germana de Foix, los historiadores creen que sus cuerpos podrían estar enterrados en una capilla oculta detrás del altar principal. Durante la Guerra de la Independencia, se temió que los soldados franceses saquearan el lugar, lo que llevó a ocultar los restos. Aunque investigaciones con georradar han sugerido esta posibilidad, nunca se han realizado excavaciones para confirmarlo.
De la Gloria al Abandono
El monasterio, finalizado en 1644, vivió siglos de esplendor como centro religioso y cultural bajo la Orden de los Jerónimos. Sin embargo, las desamortizaciones del siglo XIX marcaron el inicio de su decadencia. Los frailes fueron expulsados, y el edificio pasó a tener usos muy diferentes:
- Fábrica de tabacos: En un intento de reutilizar el espacio.
- Cárcel: Durante el siglo XIX, se convirtió en una prisión central y más tarde en una penitenciaría para mujeres.
- Asilo de mendigos: En el contexto de las crisis sociales de la época.
La riqueza artística del monasterio también sufrió un duro golpe. Muchas de sus obras fueron trasladadas al Museo de Bellas Artes de Valencia, y la valiosa biblioteca terminó en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia.
Un Monumento Maltratado
Martínez Aloy, un cronista de la época, describió con amargura cómo el monasterio fue transformado “contra todas las conveniencias sociales y a despecho de los sentimientos artísticos”. Durante el franquismo, el edificio siguió siendo utilizado como cárcel, dejando una huella de sufrimiento en sus paredes.
La Recuperación de un Tesoro Cultural
Tras años de abandono, el Monasterio de San Miguel de los Reyes comenzó a recuperar su dignidad histórica y arquitectónica. Actualmente, es la sede de la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu, un espacio dedicado a la preservación de la memoria cultural de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, el entorno urbanístico que lo rodea sigue siendo un desafío para su plena apreciación.
Reflexión: La Resiliencia del Patrimonio
La historia del Monasterio de San Miguel de los Reyes es un ejemplo del poder del patrimonio para resistir el paso del tiempo y las adversidades humanas. Desde su origen como tributo a los Reyes Magos hasta su transformación en símbolo cultural, este monumento encarna la capacidad de las comunidades para proteger y revivir su legado.
Visitar este lugar no solo es un viaje al pasado, sino una invitación a valorar y cuidar las huellas de nuestra historia. El Monasterio de San Miguel de los Reyes sigue recordándonos que, aunque los tiempos cambien, la grandeza del arte y la fe puede trascender generaciones.