Locos por Valencia

La Valencia de la época goda

La muerte de Rómulo ponía fin, en el año 476, al Imperio Romano, pero éste se hallaba ya reducido, de tiempo atrás, al territorio de Italia, y no sabemos la suerte que cupo a nuestra querida ciudad de Valencia. Una hipótesis es que hubiera caído en poder de los vándalos como consecuencia de la derrota que la armada del emperador Mayoriano había sufrido en el 461 cerca de Elche (1). Otra habla de la posibilidad de que la conquistara Eurico al apoderarse, en 469, de la capital de la Tarraconense y otras ciudades de esta provincia que aún conservaban los romanos (2). Hay razones poderosas para rechazar ambos supuestos: la dicción y paleografía, puramente romanas, del túmulo episcopal perteneciente a a primera mitad del siglo VI (3); el pontificado de Justiniano, 531 a 546, que no deja adivinar dependencia ni conexión alguna con la monarquía goda (4); los restos monumentales de la basílica restaurada por dicho obispo, que contienen una espléndida decoración influenciada exclusivamente por el arte bizantino (5); y los nombres de los seis obispos componentes del concilio de Valencia del año 546, entre los cuales no se conserva una sola radical de origen germánico. Pero contra todos estos razonamientos, hay un hecho indiscutible: las actas del citado concilio aparecen fechadas en el año decimoquinto del reinado de Theudis, cronología que es incompatible con la práctica de los imperiales sino es debida, como sospecha el sabio Chabás, a los acoplamientos de copistas posteriores. No sería el primer caso.

A partir del año 549, siendo en España el rey de los godos Agila, le disputó el reinado Atanagildo, quien llamó en su ayuda al emperador de Oriente, Justiniano -año 554-, a quien cedió varias plazas en las costas del Este y del Sur. Vinieron, pues, a España los imperiales, pero no eran los romanos de Occidente, cuyo solio se había derrumbado, sino los griegos de Constantinopla (6), y es de suponer que Valencia fue una de las ciudades de la costa levantina que quedó en su poder, si ya no lo estaba, pues la crónica de San Isidoro, según la interpretación del canónigo Chabás, dice que «hasta los tiempos de Leovigildo en 568, los godos estuvieron reducidos a estrechos límites, y éstos eran los de la Bética hasta Valencia» (7).

Este monarca, que supo engrandecer su reino, se dejó llevar del fanatismo arriano hasta el punto de declarar la guerra a su hijo Hermenegildo quien, al defender con tesón la fe católica, se hizo acreedor a la diadema de la Santidad. Prisionero de su padre, en 584, fue desterrado el piadoso príncipe a nuestra ciudad de Valencia, de la que salió después y sufrió el martirio. Esto y no más, por lo que a Valencia se refiere, puede deducirse de la crónica del Biclarense (8), haciendo caso omiso de falsos cronicones. Por destierro parece que deba entenderse la expulsión a ciudad extraña del reino, y esto encaja bien con nuestra creencia de ser, en aquel tiempo, bizantina nuestra ciudad.

Recaredo, sucesor de Leovigildo, abjuró del arrianismo en el año 589, y entonces ocurre en la sede episcopal de Valencia, como en otras de España, un caso muy anómalo: el prelado Uviligisclo, de sangre goda y creencias arrianas, había sido colocado por los herejes en la sede de Valencia, pero convertido a la fe católica y abjurados los errores, fue admitido como tal obispo de esta diócesis en el Concilio III de Toledo que se celebró a principios de mayo del citado año 589; y el prelado Celsino, obispo que era también de Valencia, más moderno que Uviligisclo, pero católico, fue también confirmado en su cargo pastoral, de manera que una misma silla fue a la vez ocupada por dos distintos pontífices, ambos ortodoxos. Ninguno de los dos vivió más allá del Siglo VI.

Después de ellos y antes del año 610, el beatísimo Eutropio, abad servitano, ascendió al episcopado valentino. Lo sabemos por el testimonio de San Isidoro (9), sin que esta noticia arroje luz alguna para apreciar la condición política de nuestra ciudad. Y es todavía más escueta la noticia del obispo Marino, del que sólo sabemos que fue mitrado de Valencia porque en este concepto firmó el Concilio provincial de Gundemaro en el susodicho año de 610 (10).

La historia general de España nos hace saber que el rey godo Sisebuto, años 612 a 621, desalojó de su territorio a los bizantinos, hasta reducirlos exclusivamente a la posesión de los Algarbes, y Suintila, en 624, alcanzó la unidad geográfica y política de la Península. Este es el momento de asegurar con certeza que Valencia formaba parte de la monarquía goda, y pruebas hay de su existencia en la hitación atribuída a Wamba, en las actas de los concilios celebrados fuera de esta diócesis, desde el año 633 al 693, en cuyos documentos constan los nombres de siete obispos que gobernaron la sede valentina en este lapso de tiempo (11), y en las monedas que hasta fines del siglo VII, hicieron acuñar, a nombre de Valencia, los reyes godos Suintila (621 a 631), Chintila (636 a 640), Egica (687 a 701) y Witiza, asociados (696 a 700), cuyas leyendas son:

+ SVINTHILA REX VALENTIA IVSTV

+ CHINTILA REX VALENTIA PIVS

+ IN DEi NoMiNe EGiCA VALENTIA PiVS

+ In DEI NoMiNe EGICA Rex WITTIZA REX REGS

A esta última acompaña el siguiente anagrama del nombre latino de nuestra ciudad.

anagrama-valentia-bizantina

(12)

Tales y tan escasas son las fuentes, especialmente relativas a esta localidad.con que puede contar por ahora el historiador para reconstituir la vida política de Valencia durante la época goda que termina, a principios del siglo VIII, con la invasión agarena.

Notas al pie

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