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En el corazón de Los Serranos, la Ruta de las Tres Culturas invita a perderse entre murallas, sinagogas y casas añil que recuerdan a la mágica ciudad marroquí de Chefchauen.
Un viaje al pasado… sin salir de Valencia
A poco más de una hora de València, en Chelva, el tiempo parece haberse detenido. Aquí, entre el rumor de las fuentes y el eco de las montañas, tres mundos que una vez convivieron —musulmán, judío y cristiano— siguen respirando a través de sus calles.
La Ruta de las Tres Culturas, un recorrido urbano de apenas dos kilómetros, es mucho más que un paseo: es un encuentro con la historia viva de la Comunitat.
El azul que enamora
El itinerario comienza en la Plaza Mayor, corazón del municipio. Desde allí, una calle nos conduce al Barrio Árabe de Benacacira, atravesando el Portal de San Cristóbal, levantado en el siglo XI.
Las fachadas encaladas y las puertas azules transportan al visitante al mismísimo Chefchauen, el célebre pueblo azul del norte de Marruecos.
Entre callejones estrechos y sombras frescas, el Callejón del Horno se ha convertido en uno de los rincones más fotografiados —perfecto para el “me gusta” en redes—, antes de continuar hacia la Ermita de la Soledad o el Museo Arqueológico de Chelva.
Tres culturas, una misma alma
El recorrido prosigue hacia el Barrio Cristiano de Ollerías, donde las calles se abren y el Palacio Vizcondal domina la vista.
Más adelante, el Barrio Judío del Azoque guarda su mayor secreto: bajo una vivienda particular se esconde una antigua sinagoga, testigo silenciosa de siglos de historia.
Las Antiguas Murallas marcan el paso al Barrio Mudéjar-Morisco del Arrabal, último tramo del recorrido, donde las puertas talladas, las fuentes y las ventanas rojizas parecen susurrar viejas historias de convivencia.
Donde la historia se pinta de azul
Las últimas paradas llevan al visitante a la Ermita de Santa Cruz, antigua mezquita de Benaeça, y a la Ermita de los Desamparados, donde el silencio se mezcla con la calma del interior valenciano.
Chelva se descubre así como un pequeño tesoro escondido entre montañas: una joya que combina historia, arte y espiritualidad, con el tono azul del Mediterráneo y la calidez de sus gentes.
Porque a veces no hace falta cruzar el mar para viajar lejos. Basta con perderse por las calles azules de Chelva.