vlcseoQuique Dacosta revoluciona la gastronomía: primer menú protegido legalmente como obra de arte en su restaurante de Dénia
“Octau” marca un hito sin precedentes en la alta cocina española. El chef de Dénia convierte cada plato en un medio artístico con alma, mensaje y colaboración con figuras de disciplinas como la pintura, la arquitectura o la música. Un menú que no solo alimenta, sino que también emociona y reflexiona.
El plato como lienzo, el ingrediente como palabra
Quique Dacosta lleva años explorando el lenguaje emocional de la cocina. Pero ahora da un paso firme y contundente en esa dirección: su nueva temporada gastronómica, titulada “Octau”, es el primer menú del mundo protegido legalmente como obra artística intelectual. Un hito que no es una simple etiqueta, sino una declaración de principios: la cocina puede ser arte, tanto como la música, la literatura o la danza.
Siete platos componen este menú transformador, y cada uno rinde homenaje o se construye desde el diálogo con otra disciplina artística. Hay un brioix que dialoga con la pintura, un llucet de Dénia que interpreta la música o composiciones inspiradas en el cine, la escultura o la arquitectura. Una coreografía sensorial que invita no solo a comer, sino a sentir, reflexionar y cuestionar.
De la gamba roja al arte conceptual
Para Dacosta, que ha hecho de la gamba roja de Dénia un emblema nacional, esta nueva aventura no es un gesto estético sino un manifiesto emocional. En sus propias palabras, no se trata de agradar a todo el mundo, sino de utilizar el plato como soporte narrativo, como lo haría un pintor con un lienzo o un escritor con su hoja en blanco.
“No todas las personas reaccionan igual ante un plato. Hay quien encuentra placer inmediato, y quien necesita tiempo para comprender lo que hay detrás. Como en un museo: no todos los visitantes son expertos, pero todos pueden emocionarse”, explica Dacosta.
La colaboración como motor creativo
Para este proyecto ha contado con artistas consagrados como James Rhodes, Isabel Coixet, Ramón Esteve, Paula Bonet o Manolo Valdés, que han aportado su visión para fusionar sus respectivas disciplinas con la propuesta culinaria de Dacosta. La idea no es decorar el plato con referencias, sino convertirlo en un espacio de expresión artística completa.
“Un arquitecto piensa en cómo habitamos los espacios. Yo pienso en cómo habitamos el plato. La diferencia está en el soporte, no en la intención”, reflexiona el chef. Para él, el arte no es sólo belleza, sino también incomodidad, crítica y emoción.
El comensal como parte activa de la obra
En este recorrido sensorial, el comensal no es un espectador pasivo. Es protagonista. Cada plato lo interpela, lo estimula, lo sitúa ante una experiencia que va más allá del gusto.
“No pretendo que todo el mundo considere lo que hago como arte. Pero sí quiero que piensen. Que un bocado tenga la capacidad de provocar una emoción, un recuerdo o una reflexión. Eso, para mí, es arte”, afirma.
Un ejemplo claro fue su plato de llucet entre plásticos, que sirvió durante el periodo posterior a la pandemia. “Salimos a la calle y lo primero que vimos fueron guantes y mascarillas en el suelo. Pensé: ¿cómo es posible que no aprendamos nada? Ese plato nace de ese momento de indignación y tristeza. Y se queda, porque sigue siendo vigente”.
El arte como herramienta de conciencia
Para Dacosta, la cocina no es ajena al mundo. Todo lo contrario. Puede ser una potente herramienta de crítica social. “Hablar de plásticos, de medio ambiente, de cómo tratamos lo que comemos o a quién dejamos fuera del sistema es también nuestra responsabilidad. Tengo el privilegio de tener a alguien sentado tres horas ante mí. ¿Cómo no aprovecharlo para decir algo?”.
En ese sentido, el chef reconoce que la alta cocina puede tener una imagen elitista, pero compara su restaurante con un museo: no hace falta ser experto para disfrutar de una experiencia artística. “Mi abuela viene aquí y disfruta. No necesita un máster. Reconoce sabores, evoca recuerdos, siente que algo la conmueve. Y eso vale tanto como cualquier otra forma de emoción artística”.
“Octau”, más que una temporada, una declaración
Dacosta no tiene reparos en afirmar que la cocina es ya parte de las bellas artes. “No es una lucha, es una consecuencia natural de la evolución de la sociedad. Hoy ya no estamos debatiendo si lo que hacemos es arte. Lo es. Y ahora, además, tiene un respaldo legal que lo reconoce como tal”.
En su opinión, la transversalidad es clave. Leonardo da Vinci ya mezclaba ciencia, arte y cocina. “Toda persona sensible puede conectar con la belleza, da igual el soporte. Puede ser un color, un gesto, un aroma, un bocado… Lo que importa es el mensaje y la intención”.
El arte de la cocina como futuro
Dacosta también lanza una reflexión sobre el papel de la gastronomía en la sociedad actual: “No es elitista hablar de arte si también hablamos de agricultura, de empleo, de cultura, de identidad. La cocina genera trabajo, vertebra territorios, proyecta una imagen de país. ¿Cómo no va a ser importante?”.
Con “Octau”, no solo propone un menú innovador, sino una nueva forma de mirar el acto de comer: como experiencia, como arte, como conversación entre disciplinas.
